𝖣𝖮𝖭𝖣𝖤 𝖵𝖠𝖲.

397 31 1
                                    

Observé como tenía una mirada de nerviosismo, como un cordero asustado que necesitaba refugio de sus propias vivencias. Me percaté de absolutamente todo en ese momento, de cómo sus manos temblaban de forma distinta como si dependieran de lo que estaba pasando. Sabía que en cualquier momento ella iba a huir, no la juzgo, tiene sus razones para no confiar en la primera persona que aparece para ayudarla a salir de todo eso, porque lamentablemente todos los humanos despreciamos a los que nos quieren ayudar y amamos a los que nos desprecian.

—Todo va a estar bien, Sofi. Solamente quiero tener una conversación con vos, si es necesario que pague para que puedas estar conmigo lo voy a hacer.— Tomé de su brazo antes de que se fuera, sin hacer presión, solo de forma delicada para que pudiera frenar su escape y que me escuche con atención.

—No te asustes al mirarme las muñecas.— Fue lo único que salió de su boca, mi instinto hizo que acaricie con las yemas de mis dedos aquellas cicatrices de heridas emocionales que ella las marcaba sobre su delicada piel.

Tomé de su mano, entrelazandola con la mía para comenzar a caminar de forma segura y a paso firme hasta mi departamento con ella siguiéndome. Dejé el dinero prometido adentro del bolsillo de su campera; al subir esbozo una sincera sonrisa tratando de que ella se sintiera lo más cómoda posible.
Carraspee mi garganta, invitándola a que nos sentemos en los sillones del balcón para tomar aire, no buscaba ser como el resto de hombres que pasaban tiempo con ella. Quería escuchar aquello que los demás no se habían tomado el tiempo de saber, de preocuparse, solamente buscaba sanar sus propios pensamientos.

Deslumbrando camarines en la cruel noche porteña. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora