𝖨𝖭𝖳𝖮𝖷𝖨𝖢𝖠𝖱𝖬𝖤.

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Acá estamos de nuevo, un viernes por la noche donde mis planes eran siempre los mismos. Quería que mi mundo fuese diferente por lo menos durante un minuto, poder ser libre en todo sentido, hasta en mis pensamientos más felices eran encerrada en cuatro paredes, sola, con mi alma y mi cuerpo entregados a cualquier persona que pagaba por unas horas conmigo.

— Sofi, tenes un cliente nuevo.— Escuché esa vocesita nuevamente en mi oído; suspirando con cansancio me levanté terminando de acomodarme mis botas altas con tacón para comenzar a prepararme en aquella máscara de mujer segura, bailando sobre un caño frío y de metal que por unos minutos me hacían olvidar de lo que realmente pasaba por mi cabeza.

Nunca me percaté sobre una mirada diferente sobre mí, si no fuese porque mis ojos chocaron con los de un rubio en la mesa del frente que tomaba de manera lenta aquel whisky entre sus dedos. Bajé a la barra, donde nuestro encuentro fulminó en ese instante.

— Soy Guido, vine a presentarme porque era imposible que te pueda hablar mientras vos bailabas. No espero incomodarte igual. — Sonrió, esa maldita sonrisa ya me había comprado al segundo, pero no iba a demostrarle nada a un chico que recién estaba conociendo.

— Ah, un gusto, yo soy Sofía. — Carraspee la garganta, agradeciéndole al de la barra por el trago que me había preparado, a lo cual yo me senté apoyando uno de mis codos sobre la mesa y mi rostro en mi mano, aburrida, moviendo el sorbete de un lado al otro sin saber que más decir. Cuando el chico a mi lado quiso hablar nuevamente fue interrumpido por mis compañeras que me llevaron de manera rápida a los camarines del lugar.

Deslumbrando camarines en la cruel noche porteña. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora