𝖫𝖠 𝖬𝖮𝖣𝖠 𝖣𝖤𝖫 𝖬𝖮𝖭𝖳𝖮𝖭.

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Esa noche llegué frustrado a mi casa por no haber podido hablar como quería. Esos seis meses que me pasaba al fondo observándola, percantandome de esa dulzura y carisma que tenía pero que con las demás personas trataba de parecer seria. Lo que no entendía era por qué el prostíbulo al que ella se sometía eran sus propios pensamientos, esa necesidad de buscar sentirse segura en las esquinas donde se paraba todas las noches esperando a algún hombre que quiera pagar por sus servicios.
Tenía tantas oportunidades de poder ser hasta modelo si quisiera, pero lo que había vivido la llevaba a que se entregue tan fácilmente por unos pesos insignificantes.
Sus ojos que miraban los míos la noche anterior, su aroma exquisito de un buen perfume dulce que se sentía al lado mío, esa mirada baja y aburrida. Me fijaba en cada detalle, en cada expresión, fascinado, con la única intención de mostrarle que el mundo no era tan mierda como seguro estaba pensando.

Deslumbrando camarines en la cruel noche porteña. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora