𝖫𝖨𝖡𝖤𝖱𝖳𝖠𝖣.

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Mi mente ya empezaba a saber lo que iba a pasar, las cosas que iba a contarle al rubio porque la confianza que me había transmitido me llevaba a abrir mi corazón como nunca antes. Me senté llevando los puños de mi campera tomando estos con mis manos, mi pierna derecha comenzaba a subir y bajar con rapidez, levanté mi mirada atajante de respuestas hacia los ojos del rubio. Me regalaba una sonrisa con muchísima transparencia, acercando mi silla hasta la suya y sirviéndome un vaso de cerveza al que previamente yo había aceptado.

—¿Por qué tratas de esquivar mis preguntas? Es una conversación sana entre dos personas, hablando de mi parte lo que más me gustaría es conocerte, saber de vos.— Mi corazón empezó a palpitar más rápido al escucharlo decir eso, con una voz tranquila, con seguridad en cada palabra que decía. Era el emisor de un mensaje claro y conciso, de una persona empatica con el otro.

—No trato de esquivarlas, solo que son cosas muy fuertes para mi y nunca hablé de estas cosas con nadie.— Bajé nuevamente mis ojos a mis manos en aquel vaso, aún con mis piernas que seguían con el mismo movimiento que antes. Su toque sobre mis rodillas que lograban que estas se calmen me sorprendió, clavando mi mirada en la suya, provocando que este bajara lentamente sus dedos y volviera a incorporarse en su silla.

—Yo sé que es un tema complicado, hay demasiadas cosas que si no las sanamos ahora quedan en el corazón hasta que no puede más y las mayores enfermedades pasan por emociones acumuladas. En mi experiencia las suelto en la música, haciendo lo que me saca un rato de los problemas y los puedo canalizar en cada letra que escribo. No tenes que ser presa de tu cabeza, este momento es para que puedas ser un poco más libre de todo.— Mordí las paredes de mis mejillas, escuchando y reflexionando de lo que estaba diciendo, como si cada palabra era justa para lo que me pasaba. Suspiré, esa bocanada de aire que solté también se llevaba mis propias convicciones de la vida.

—De muy pequeña me crié en un ámbito familiar en el que cada logro que tenía era una razón para un desprecio de mi madre hacia mí. Crecí en un lugar donde me repetían cada día de que solo servía para exhibirme ante otros para poder salir adelante. Caí en una fuerte depresión de la que salí cuando por primera vez un hombre pagó para estar conmigo una noche, a la que me negué pero terminó logrando lo que quería, forzandome a que lo complaciera y de ahí es algo de lo que no puedo salir, ahora es parte de mí pararme en las esquinas por más que haga frío o calor.— Unas rebeldes lágrimas caían por mis mejillas, las cuales sequé rápidamente tomando un sorbo de cerveza para llevar mi rostro a un costado con vergüenza de mi misma.

Deslumbrando camarines en la cruel noche porteña. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora