𝖱𝖤𝖫𝖠́𝖬𝖯𝖠𝖦𝖮𝖲.

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Y sí, finalmente nos besamos, seguramente se estén preguntando si todo esto estaba a punto de cambiar el rumbo de esta historia que al principio comenzaba a ser trágica pero posiblemente ahora tenga un final diferente. En ese beso pude sentir algo que nunca me había pasado con nadie más, era tan sensible y tan amoroso, podía sentir a kilómetros de distancia ese nerviosismo que recorría su cuerpo al tener las manos tan temblorosas.
Sonreí, como si la vida se hubiese detenido en aquél instante para abrazarme con una sonrisa transformando mi tristeza en un momento feliz.

— Sos hermosa cuando sonreís.— Dijo, y yo sentí que me iba a terminar cayendo de la silla por lo colorado que se me puso el rostro, soltando una leve risa nerviosa para no cagarla en el momento.

— No sé qué responderte me puse muy nerviosa, pero, vos también sos muy lindo Armido.— Mordí ligeramente las paredes de mis mejillas en una apenada situación hasta que sentí sus manos acariciar nuevamente mi mejilla. Con el frío del anillo posicionado en su dedo gordo el cual corría mi pelo hacia un costado.

Volvió a besarme, como si realmente sintiera cosas por mí. Estaba insegura, pero esta vez no quería escapar, quería disfrutar, quería que me pudiera sentir como lo que era. Mis ojos en algunos segundos que nos separabamos miraban los suyos, conectándose. Ahí es cuando todo se fue al carajo.

Deslumbrando camarines en la cruel noche porteña. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora