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Ya era lunes por la tarde, y todos los del equipo nos encontrábamos en el gimnasio como de costumbre. El profesor Takeda nos había convocado para discutir un tema importante que había surgido luego de hablar con los docentes el día viernes.

El equipo estaba disperso por el gimnasio, algunos haciendo estiramientos, otros conversando en pequeños grupos. Yo estaba revisando unas notas de la tarea cuando el profesor Takeda entró con una expresión seria. Todos nos reunimos alrededor de él, esperando escuchar lo que tenía que decir.

—Chicos, necesito hablar con ustedes sobre algo importante.— Todos lo miramos con la expresión curiosa, esperando lo que tenía que decir. —En la reunión que tuve el día viernes con sus profesores, hablamos de varios temas y me preocupa mucho lo que me han dicho. Parece que algunos de ustedes están teniendo bajas calificaciones porque se están centrando demasiado en el voleibol y descuidando sus estudios.

Y sin mencionar nombres, el profesor Takeda dio una mirada a los cuatro que se encontraban sentados en la parte de enfrente.

Inmediatamente, Kageyama, Hinata, Tanaka y Nishinoya se miraron entre sí con preocupación. Se pusieron pálidos, y no era para menos; incluso yo también sentí un nudo en el estómago, pensando en mis propias dificultades con las materias de Cálculo.

—¡Pero estamos entrenando muy duro! Necesitamos mejorar para los partidos.— Dijo Hinata poniéndose de pie, y pidiendo disculpas por su acto repentino.

—Entiendo eso, Hinata. Pero deben recordar que sus estudios son igualmente importantes. No pueden descuidarlos.

El profesor siempre tenía una manera amable y pasiva de explicar las cosas.

Tanaka, con preocupación, preguntó:

—¿Qué tan malas son las calificaciones?

—Algunos de ustedes están cerca de reprobar ciertas materias. No quiero que eso suceda. Necesitamos encontrar un equilibrio entre sus estudios y el voleibol.

Kageyama se quedó sentado justo donde estaba, poniéndose pálido. Hinata no paraba de dar vueltas, preguntándose qué hacer. Tanaka y Nishinoya pusieron cara seria y comenzaron a rezar.

—¡No pueden solo empezar a rezar ahora!— les dijo Sugawara.

Los de segundo trataron de huir, pero Enoshita estuvo justo a tiempo para detenerlos cuando Daichi se lo pidió.

—¡Kageyama no está respirando!

Hinata se acercó a Ukai con la esperanza de que él pudiera ayudarle, pero él alegó que de buen alumno no tiene ni la cara.

Kageyama se calmó un poco y pudo por fin hablar.

—¿Qué se supone que hagamos entonces?

—A partir de ahora, vamos a implementar sesiones de estudio obligatorias para todos. No quiero que ninguno de ustedes pierda el año escolar por esto. Es importante que tengan las calificaciones completas, o no podrán ir a Tokio.

—¡Pero eso significa menos tiempo para entrenar!— se quejó Nishinoya.

—¡Y nada de estarse quedando dormido en clases!— reprendió Ukai.

—Nishinoya, el profesor tiene razón. No podemos permitirnos descuidar nuestros estudios. Necesitamos encontrar una forma de manejar ambas cosas.

—Yo también haré lo mejor que pueda, no estoy tan mal como ellos pero debería estudiar también .— Dije junto a Yamaguchi, quien solo sonrió.

—Y asegúrate de no hacer tonterías como Hinata y Nishinoya. No podemos permitirnos distracciones.— agregó Tsuki, en su usual tono sarcástico.

—¡Oye!— se quejó Hinata.

Acabó esa pequeña "reunión" y continuamos con el entrenamiento.

Después de un rato subimos a la habitación del Club a guardar algunas cosas. Tanaka y Nishinoya no perdieron tiempo y consiguieron que Ennoshita, Narita y Kinoshita los ayudaran a igualarse para los exámenes. Los demás solo seguían en lo suyo.

Estaba guardando mi botella de agua cuando Yachi se acercó a mí, con una expresión algo nerviosa.

—_____, ¿podrías ayudarme a guardar unas cosas en el almacén?— Me pidió en voz baja. Shimizu, que estaba cerca, también fue llamada para ayudar.

—Claro, Yachi. Vamos —respondí, sin notar la intención detrás de su solicitud.

Las tres nos dirigimos al pequeño almacén del club, donde Yachi cerró la puerta discretamente detrás de nosotras.

—¿Qué pasa, Yachi? —preguntó Shimizu, con una ligera sonrisa de comprensión.

Yachi tomó un profundo suspiro, mirando nerviosamente el suelo antes de hablar.

—No sabía si debía decirlo, pero no sé a quien más contárselo. Hay... hay alguien que me está empezando a gustar. Pero soy demasiado tímida como para acercarme a él.

Mis ojos se agrandaron con sorpresa y curiosidad.

—Wow. ¡Yachi eso es increíble!, ¿Quién es? —le pregunté, emocionada.

Yachi se sonrojó aún más, retorciendo sus dedos nerviosamente.

—Es alguien del equipo... el es... muy amable, y siempre está tratando de ayudar a los demás. Tiene un cabello muy bonito y una sonrisa que... bueno, es difícil de describir. Cuando me mira, siento mariposas en el estómago. Pero no me atrevo a hablarle más allá del Club.

Shimizu y yo intercambiamos una mirada cómplice.

—Eso suena a... Yamaguchi —dije, intentando no parecer demasiado obvia.

Yachi asintió tímidamente, confirmando mis sospechas.

—Sí... así es. Pero no sé cómo acercarme a él. Cada vez que intento hablarle, me pongo muy nerviosa.

Shimizu sonrió suavemente y puso una mano en el hombro de Yachi.

—Yachi, no tienes que hacer todo de una vez. Empieza por hablarle un poco más cada día. A veces, los pequeños pasos son los más importantes.

Yo asentí, pensando en cómo podía ayudar.

—Sí, Yachi. Conozco a Yamaguchi y el es una persona muy amable. Estoy segura de que se sentirá feliz de hablar contigo. Además, puedes contar con nosotras para apoyarte.

Yachi sonrió, aunque aún parecía un poco nerviosa.

—Gracias, chicas. Creo que intentaré hablarle más. Quizás sobre algo que le guste... como el voleibol.

Shimizu asintió, dándole más ánimo.

—Eso suena perfecto, Yachi. Poco a poco, te irás sintiendo más cómoda. Y recuerda, tienes nuestro apoyo.

Pasamos unos minutos más hablando y planeando pequeñas formas en que Yachi podría acercarse a Yamaguchi. La energía positiva en el aire era palpable, y me sentí feliz de poder ayudar a una amiga.

Mientras salíamos del almacén, noté que Tsukishima nos observaba con una ceja levantada, claramente curioso sobre lo que habíamos estado haciendo.

—¿Qué estaban tramando ahí adentro? —preguntó acercándose a mí, con su habitual tono sarcástico.

—Nada que te incumba, Tsuki —le respondí, intentando no reírme.

Tsukishima rodó los ojos, pero pude ver una leve sonrisa en su rostro.

—Lo que digas, ___. Lo que digas.

La práctica continuó, pero no pude evitar sonreír al pensar en cómo Yachi estaba dando los primeros pasos para acercarse a Yamaguchi. De todas las cosas, eso fue de lo que menos me esperaba.

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Ojos color miel / Kei Tsukishima Donde viven las historias. Descúbrelo ahora