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Este fin de semana sería mejor que los últimos. Me encontraba viajando hacia Tokio a visitar a uno de mis amigos más cercanos. Hacía tiempo que no lo veía, ni a él ni a los demás, y en serio extrañaba a mis amigos. Me mal acostumbré a ellos, a decir verdad.

La gente se movía en masa, y odiaba los lugares demasiado ruidosos. Tenía planeado visitar a Kenma hace algunos días, pero mamá dudaba en dejarme venir sola. Jugábamos en línea algunas veces, pero no era lo mismo que emocionarse en persona. De cualquier forma, él últimamente estaba ocupado con los entrenamientos y no tenía mucho tiempo para poder jugar.

Bajé del autobús en la parada cerca de su casa, y allí estaba él esperándome, con su expresión tranquila y su mirada fija en su consola portátil.

Me alegré mucho al verlo y corrí a darle un abrazo.

—¡Kenma! Te extrañaba mucho —dije mientras lo soltaba de mi agarre.

Kenma levantó la vista, una ligera sonrisa apareciendo en su rostro. —Yo también te extrañaba, Choco.

—Lo sé... Toma tiempo acostumbrarse. He hecho un par de amigos, pero no es lo mismo, ya sabes.

Mientras hablábamos, seguimos caminando hasta su casa. Aún era bastante temprano.

—Mi madre está muy feliz de que nos visites. Dijo que extrañaba tener de vecina a tu mamá —yo reí un poco.

—Seguro mamá piensa igual.

—Ella llegará tarde. Dijo que no la esperes despierta.

Mi mamá y la de Kenma eran bastante amigas. Fuimos prácticamente vecinos durante muchos años, solo estábamos a un par de casas de la suya.

Pasamos toda la mañana jugando videojuegos. Kenma parecía no cansarse nunca de jugar. También pasamos poniéndonos un poco al día de cómo ha sido nuestra vida actualmente.

—Oye, Kenma.

—¿Qué pasa, Choco? —Kenma respondió sin despegar la vista de la pantalla.

(¿Choco? Seguro se preguntan por qué Kenma me dice así...)

*Flashback*
Narrador universal: *hace 8 años*

Una pequeña niña llamada _____ se encontraba junto a la máquina expendedora en compañía de sus mejores amigos, Kenma y Kuro. Para su suerte, quizás, en ese momento el aparato empezó a fallar y, en lugar de sacar una barra de chocolate por la cual ella pagó, sacó un poco más de cinco.

La emoción de los tres era tanta que fueron a casa de _____ a comerse toda la cantidad de dulces a escondidas de los adultos, ya que se supone que comer tanto dulce no está bien. Kenma y Kuro no comieron chocolate en exceso a diferencia de _____. En ese momento sus padres no se enteraron, o al menos hasta que tuvieron que salir al hospital de urgencias por su dolor de panza.

Y aún así, su amor por el chocolate jamás se quitó.

Desde entonces Kuro se burló tanto de ella que le pusieron de apodo "Choco" por amar tanto el chocolate.

*Fin del flashback*

—¿A qué hora piensas llegar, Kuro? Mataré a ese idiota si no aparece hoy.

Kenma hizo una pausa, sus dedos inmóviles por un segundo. —Está entrenando. Ya ha de llegar —respondió sin despegarse de la pantalla.

Y no se equivocó. El pelinegro llegó al poco tiempo, con su habitual energía y esa sonrisa traviesa.

—¡Hey, Choco! —gritó Kuro, entrando como una tormenta—. ¿Qué tal, Kenma?

Pronto estábamos los tres en la habitación de Kenma, discutiendo a qué jugaríamos el resto de la tarde.

—Yo quiero jugar Mario Kart —exclamé.

—Eso qué. Yo quiero jugar Just Dance —defendió Kuro, poniendo una expresión de desafío.

—Kuro, pero para eso hay que moverse mucho y yo no quiero sudar hoy —reprochó el peli-teñido, sin dejar de mirar su consola.

Kuro se rió, dándole una palmada en la espalda a Kenma. —Vamos, Kenma, un poco de ejercicio no te matará.

—Ya lo ven, no hay necesidad de discutir —continué.

—¿Y eso por qué lo dices? —cuestionó el pelinegro, arqueando una ceja.

—Kenma no quiere sudar, y yo tampoco, entonces jugaremos Mario Kart —aseguré.

—Solo por esta vez. La próxima jugamos algo menos infantil —aceptó Kuro, cruzando los brazos.

—¿Infantil? ¿Qué dices? ¿Acaso quieres jugar algo de terror? —inquirí con maldad—. Seguro te quieres volver a mear los pantal-

—¡Cállateee! —me interrumpió, a lo cual yo reí por haberlo hecho recordar aquel momento vergonzoso—. Está bien... tú ganas.

—¿Ya podemos empezar? —dijo Kenma volviendo a hablar, claramente más interesado en seguir jugando que en nuestra discusión.

Y así pasamos toda la tarde, jugando videojuegos y jugando voleibol juntos al río donde lo hacíamos de pequeños. Se sentía tan bien volver un poco a como era antes. A pesar de que ahora la distancia nos separaba, me sentía agradecida de tenerlos como amigos.

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Los últimos días fueron un poco rutinarios. Hacía lo mismo a diario. Yo estaba acostumbrada a no quedarme sin hacer nada, así que solicité información sobre algunos de los clubes, pero no llamaron mucho mi atención. Entre mis opciones estaba el club de música, de natación y el de voleibol... Asistí a clases de piano desde los 13 hasta antes de mudarme a Miyagi, cuando era niña competía en carreras de natación, y sabía jugar voleibol desde pequeña gracias a mi hermano, pero quizás recordarlo así me haría un poco mal.

Dejé eso a un lado y me dirigí al comedor para encontrarme con Yams y el insoportable de su mejor amigo.

Cuando llegué, me di cuenta de que no estaban solos. Acompañándolos estaba un chico de cabello naranja que lucía muy energético. Me acerqué a ellos y aclaré mi garganta para dar a notar mi presencia.

—Oh, _____, volviste bastante pronto —dijo Yams sonriente—. Te presento a Hinata, es un amigo del club de voleibol.

—Mucho gusto, _____, me llamo Shoyo Hinata —dijo con una sonrisa en el rostro.

Me extendió su mano en forma de presentación, a lo cual respondí.

—De igual manera, mi nombre es _____ Kitashi.

Tomé asiento junto a Yams.

—Y entonces, ¿qué tal te fue? ¿Encontraste algún club? —preguntó el peliverde.

Negué con un poco de pena. —No, no hubo nada que llamara mucho mi atención...

—Entiendo. Seguro pronto encuentras algo.

—Seguro que tampoco hay club que reciba a una pesadilla como tú —interrumpió el rubio, con su tono sarcástico habitual.

No tardó en empezar a fastidiar...

—¿No te cansas? —respondí.

—¿De ser tan interesante y asombroso, o de ser tan guapo? —dijo de vuelta, arqueando una ceja con una sonrisa burlona.

—No, de ser tan engreído y molesto —aclaré—. Me sorprende que en el club de voleibol aceptaran a alguien tan molesto y arrogante como tú. Seguro no demoran en sacarte.

—Pues, para que sepas tú tamb-

—¡Ya! Dejen de discutir un momento, o qué, ¿no pueden intentar llevarse bien? —interrumpió Yams, mirando a ambos con una mezcla de exasperación y resignación.

—Disculpa, Yams. La próxima no le prestaré atención...

—Ajá —bufó el otro involucrado, poniéndose los audífonos para cortar cualquier posible réplica.

En fin, seguro pronto encontraba algo, o me volvería loca si no ocupaba mi mente en algo.

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[Editado]

Ojos color miel / Kei Tsukishima Donde viven las historias. Descúbrelo ahora