30

41 7 0
                                    

Después de recorrer el centro comercial y detenernos en varias tiendas, finalmente llegamos al comedor. Nos sentamos todos juntos en una mesa larga.

—¿Qué vas a pedir, Hinata? —preguntó Yams, aunque la respuesta era predecible.

—¡Todo lo que tenga más calorías! —respondió Hinata con una sonrisa deslumbrante—. Necesito energía después de tantas victorias.

—¿Qué victorias? —se burló Kageyama, sin mirarlo siquiera.

Hinata lo ignoró por completo, como de costumbre, mientras yo hojeaba el menú, buscando algo ligero. Tsuki, a mi lado, parecía más interesado en su celular que en la comida.

Kuro, sentado frente a nosotros, chasqueó la lengua mientras miraba su propio menú.

—¿Creen que aquí vendan algo con sabor a la victoria? —bromeó, y Kenma levantó la vista, solo para decir:

—No lo creo.

Después de decidir qué comer, cada uno hizo su pedido. Hubo pizzas, hamburguesas, fideos, y hasta ensaladas para quien quisiera.

Cuando ya estábamos terminando, Kuro dejó su bebida en la mesa con un golpe dramático.

—Oigan, ¿qué tal si jugamos algo? —dijo, sonriendo como si ya supiera que la idea iba a ser divertida.

—¿Como qué? —pregunté, sintiendo que venía algo que seguro no me gustaria.

—¡Verdad o reto! —exclamó Hinata antes de que Kuro pudiera seguir.

Tsuki bufó, obviamente irritado.

—¿Verdad o reto? ¿Qué somos, niños de 12 años?

—¡Venga, Tsukki! —Hinata sonaba como si lo retara directamente—. ¿Acaso tienes miedo?

—Es un juego infantil, no tiene nada que ver con miedo —respondió Tsukishima con su tono habitual de desprecio.

Pero antes de que pudiera negarse por completo, Kuro ya estaba buscando una botella de plástico vacía para usar como herramienta del destino.

—Oh, vamos, Tsukki. Ya estás aquí, disfruta un poco. —Kuro le guiñó un ojo, y aunque Tsukishima rodó los ojos, no se levantó para irse, lo cual ya era algo.

La botella fue colocada en el centro de la mesa, y Kuro la hizo girar dramáticamente.

—Hinata, como sugeriste el juego, empiezas tú. Gira la botella.

Con una energía inusual incluso para él, Hinata hizo girar la botella en la mesa. Todos lo observamos con atención, y cuando la botella finalmente se detuvo, apuntaba directamente a Lev.

—¡Lev, verdad o reto! —gritó Hinata, como si estuviera a punto de asignarle una misión vital.

—¡T-reto! —respondió Lev.

Hinata se tomó un momento para pensar, lo que ya era un mal presagio.

—Tienes que... bailar en medio del comedor. ¡Como un robot!

Lev no dudó ni un segundo antes de levantarse y, con movimientos rígidos y exagerados, comenzó a imitar a un robot en plena pista de baile, mientras algunos de los comensales lo miraban con curiosidad y otros con confusión.

—Bueno, eso fue... algo —dije, tratando de no reírme demasiado fuerte.

Cuando Lev terminó su performance, todos aplaudimos entre risas, y fue su turno de girar la botella. Esta vez, se detuvo en Kenma.

—Kenma, verdad o reto —dijo Lev con una sonrisa maliciosa.

—Verdad —respondió Kenma rápidamente, sin levantar la vista.

Ojos color miel / Kei Tsukishima Donde viven las historias. Descúbrelo ahora