LXXII: Líder de Secta

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Jiang Cheng, desesperado, corrió hacia el límite de la barrera; su corazón latía rápidamente. Un sexto sentido le decía que, si no llegaba a tiempo, se arrepentiría toda su vida.

La gran barrera se había extendido por todo el Muelle de Lotus y algunos de los secuaces Wen se habían colado, siendo tratados rápidamente. Sin su líder, eran como gallinas sin cabeza corriendo por el prado.

A lo lejos vio el límite de la barrera y, antes de que pudiera sentir algo de alivio, su cuerpo quedó petrificado al ver la escena: su padre siendo apuñalado por la espada de Wen Chen y su amigo cayendo después de ser atacado por Wen Zhuliu.

Los ojos de Jiang Cheng estaban abiertos por el impacto de lo que había ocurrido al otro lado de la barrera: la caída de su padre y el secuestro de Wei Wuxian.

Su mente no lograba procesar todo lo que estaba sucediendo, ni los gritos amenazantes de Wen Chao diciendo que destruiría todo, ni los ataques interminables de los discípulos Wen.

Ni siquiera notó cuando algunos de sus compañeros discípulos vinieron a buscarlo para informarle sobre lo que ocurría en su hogar: el caos causado por la llegada de su padre herido y la desaparición de Wei Wuxian.

No sabía cómo había llegado hasta allí, ni estaba consciente de nada más que de un molesto pitido; todo a su alrededor daba vueltas.

Dentro de lo que siempre había sido su hogar, reinaba una de las crisis más grandes que había presenciado jamás: discípulos corriendo de un lado a otro con órdenes de defender la barrera caída, curanderos siendo llamados para atender a su padre, mientras otros intentaban calmar a Madame Yu.

Y al lado, Jiang Yanli, con una palidez mortal, llorando como nunca antes había visto Jiang Cheng en toda su vida.

Jiang Cheng no quería entrar. Si entraba, significaba que todo lo que estaba ocurriendo no era una simple pesadilla, sino la cruel realidad.

Un pequeño tirón en sus ropas captó su atención, que había estado dispersa durante todo el curso de los acontecimientos.

"¿Cuándo volverá mi Aniang, tío?" La pequeña mano de Xue Yang, que sostenía las túnicas de Jiang Cheng, se apretó con fuerza.

El niño estaba asustado con todo lo que estaba pasando. Su tía lo había dejado al cuidado de una criada junto a su hermano al escuchar todo el escándalo que estaba ocurriendo.

Pero Jiang Yanli no sabía qué se encontraría al ver a su padre en el suelo, ensangrentado por la profunda herida en el pecho.

Su mente estaba en caos y no pensó en los dos niños; la pérdida de su padre la dejó sin fuerzas para mantenerse de pie.

Jiang Cheng tragó saliva y miró hacia su familia, que estaba bajo una nube lúgubre de caos. Luego bajó la mirada y vio la temerosa mirada del niño que sostenía su ropa, buscando respuestas.

Respuestas que no tenía.

Se aclaró la garganta, que sentía seca y le costaba tratar debido al doloroso nudo que tenía en ella, sus manos temblaban cuando se agachó para recoger a Xue Yang.

"L-Lo iremos a buscar."

Sus ojos rojos contenían las lágrimas que no se atrevía a dejar salir.

Xue Yang miró a su tío sin decir nada y lo abrazó con fuerza alrededor del cuello, asintiendo en respuesta.

"Confío en ti, tío, para que traigas a A-niang."

Jiang Cheng se congeló ante la acción del pequeño, pero en su corazón, que había estado habitado por una fuerte tormenta y desesperación, sintió un mínimo consuelo.

Dejó salir un suspiro tembloroso y entró por la puerta.

Jiang Yanli, al notar la presencia de Jiang Cheng con la ayuda de su doncella, se puso de pie.

"A-A'Cheng..." sus ojos y mejillas empapadas de lágrimas partían el corazón de Jiang Cheng. "Padre..."

Jiang Cheng entregó a Xue Yang a la criada para poder abrazar a su hermana. Jiang Yanli encontró un hombro en el que dejar salir todo lo que había estado conteniendo hasta el momento.

"É-Él se fue", murmuró abrazando con fuerza a Jiang Cheng, como su último recurso para mantenerse a flote. "Se fue.”

Madame Yu estaba sentada en el asiento principal, sin nadie a su alrededor. Por un momento había perdido los estribos, pero la realidad seguía siendo la misma: su esposo se había ido para siempre.

Durante años, había estado disgustada con el hecho de haberse casado con un hombre que nunca la amó, pero perderlo hizo que su corazón, que creía muerto, latiera una vez más. Y esta vez, con un dolor desgarrador.

"Ahora eres el líder de la secta," dijo cuando entró Jiang Cheng. "Debes comportarte como un líder y guiar al Clan."

Jiang Cheng levantó la cabeza; sus ojos estaban rojos e hinchados después de haber estado llorando junto con Jiang Yanli. Había intentado consolarla, ser fuerte y mantenerse firme para que no se desmoronara. Pero no pudo hacerlo. No cuando el que se había ido era uno de sus progenitores, que hacía poco se había despedido y prometido volver enseguida.

"Madre..." su voz era ronca y le costaba hablar.

Madame Yu se puso de pie y se acercó a su hijo, sus ojos sin su brillo arrogante ni la habitual malicia. Parecía tan humana como cualquier otra madre.

Su mano tocó con una rara ternura la mejilla de Jiang Cheng.

"Vas a poder llevar al Clan Jiang hacia adelante."

Se quitó el anillo que había tenido en el dedo durante años y sostuvo la mano de Jiang Cheng, colocándolo en su dedo.

"Ahora te pertenece a ti," luego se dio la vuelta y se fue.

Había mucho que hacer.

Jiang Cheng miró su mano; en su dedo estaba el arma más poderosa de su madre.

Zidian.

Cerró los ojos mientras apretaba el puño con fuerza. Había llorado lo suficiente. Su madre tenía razón: debía ser un líder.

La muerte de su padre tenía que ser vengada y debía rescatar a su hermano.

"Esto no quedará así," dijo mirando hacia el asiento principal. "Pagarán por sus pecados.”

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