La campana resonaba por cada pasillo, aula y rincón del Instituto Edén, marcando el final de otro día de clases. El otoño estaba llegando, tiñendo las calles de un intenso naranja oscuro, mientras el aire fresco traía consigo la promesa de paseos más agradables por el parque.
Damian Desmond, un joven alto y de piel pálida, observaba en silencio desde una de las ventanas que daban al patio central. La clase había terminado, y los alumnos ya habían abandonado el aula. Sin embargo, él permanecía inmóvil, con la mirada perdida en la suave caída de las hojas.
Llevaba casi tres meses cumpliendo su año de trabajo social como maestro de asignatura, una tradición entre los hijos de los más grandes líderes y comerciantes, quienes realizaban estas labores altruistas antes de integrarse de lleno al mundo empresarial.
Aunque el trabajo le resultaba agradable —incluso gratificante— al compartir su conocimiento con los niños, había algo que lo perturbaba profundamente en aquel lugar. A cada paso que daba por los pasillos, a cada aula que cruzaba, los recuerdos lo asaltaban sin piedad. Recordaba claramente a la chica que lo había dejado esperando en el parque hace años. La chica a la que había confesado sus sentimientos solo para ser abandonado sin una explicación. Cinco horas de espera, y ella jamás apareció.
Sabía que ella volvería. Becky Blackbell, su antigua compañera de clases, le había conseguido un puesto en el Instituto, y su regreso estaba programado para aquel otoño. Damian lo sabía, lo sentía en su estómago, un nudo incómodo que le revolvía las entrañas cada vez que pensaba en ella. No quería verla, pero al mismo tiempo, el solo pensamiento de su reencuentro lo consumía.
—¿Damian? —dijo una voz, sacándolo de sus pensamientos.Emile había entrado silenciosamente por la puerta, rompiendo el tenso silencio.
—¿Qué ocurre? —preguntó Damian, apartando la mirada de la ventana y concentrándose en su amigo.
—Ewen, Becky y yo iremos a comer algo. ¿Te unes? —preguntó Emile con una sonrisa despreocupada.
—Tengo cosas que hacer por ahora —respondió Damian, con una leve sonrisa, mientras se ponía sus gruesos lentes de pasta, una señal inequívoca de que se quedaría hasta tarde estudiando.
Emile suspiró, resignado, y se encogió de hombros.—Qué le vamos a hacer... Solo no te quedes demasiado tiempo, ¿vale? —gritó mientras se alejaba, dejándolo solo en el aula.
El aula estaba vacía, salvo por el tenue sonido del viento otoñal que se colaba por las ventanas, arrastrando consigo algunas hojas doradas que se arremolinaban en el patio central. Damian revisaba algunos trabajos, intentando concentrarse, pero sus pensamientos vagaban constantemente hacia un solo lugar: el pasado.
Era inevitable. Cada rincón de la escuela le recordaba a ella. Los pasillos que habían recorrido juntos, las veces que habían discutido, reído... y esa última promesa rota, la que aún lo mantenía despierto algunas noches.
*“Mañana, a las 12 en el parque.”*
Las palabras de Anya aún resonaban en su mente, casi como si hubiera sido ayer. Pero ella nunca llegó. Y ahora, años después, el destino, o tal vez el cruel capricho de la vida, los había traído de nuevo al mismo lugar.
Estaba a punto de cerrar el cuaderno cuando la puerta del aula se abrió suavemente. Al principio, no levantó la vista. Asumió que sería uno de sus compañeros maestros o quizás algún estudiante que había olvidado algo. Pero entonces, escuchó pasos que se acercaban lentamente, y un escalofrío recorrió su espalda.
Cuando finalmente alzó la mirada, la vio.
Anya Forger estaba de pie frente a él.
Los años no habían hecho más que embellecerla. Su característico cabello rosado seguía siendo el mismo, pero su mirada... su mirada había cambiado. Ya no era la misma niña que recordaba. Había algo en su expresión, una mezcla de serenidad y algo que no podía identificar, algo que lo hacía sentir incómodo.
Damian se quedó inmóvil, su cuerpo en tensión. Su primer instinto fue levantarse y marcharse. Sabía que Becky la había ayudado a conseguir un puesto en el instituto, pero no esperaba verla tan pronto, y menos en un momento tan... íntimo.
**Anya**
El aire en el aula se volvía cada vez más denso, casi sofocante. Anya había sentido los nervios en el estómago desde que supo que volvería a Edén. Era una coincidencia demasiado cruel que, entre todas las escuelas, la vida la trajera de vuelta justo aquí, al lugar donde todo había comenzado y donde todo se había quebrado.
Al ver a Damian, sintió un golpe de nostalgia, pero también una punzada de dolor. Se lo había esperado cambiado, pero lo que no esperaba era la intensidad de su mirada. A pesar de los años, el joven que ahora estaba frente a ella seguía siendo el mismo Damian, pero con una madurez que lo hacía más... inalcanzable.
Anya se aclaró la garganta, intentando no mostrar la incomodidad que la carcomía por dentro.
—Hola, Damian —dijo, intentando que su voz sonara tranquila, aunque una pequeña grieta en su tono traicionaba sus nervios.
**Damian**
La escuchó. Esa voz que no había escuchado en años, y que al mismo tiempo lo traía de vuelta a un momento de esperanza y decepción. Pero no podía mostrarle lo que sentía. No ahora. No después de todo lo que había pasado. No después de cómo ella lo había dejado plantado sin una explicación.
—Hola, Anya —respondió con voz contenida, sin alzar demasiado la vista de los papeles. Sabía que si la miraba demasiado tiempo, sus emociones lo traicionarían.
El silencio se extendió entre ambos, pesado, incómodo. Damian podía sentir su propio pulso acelerado, y su mente luchaba por mantener el control. Todo lo que quería era pedirle explicaciones, exigirle que le dijera por qué lo había dejado esperando aquel día, pero no podía. No ahora.
**Anya**
Ella sabía que había tensión. Lo sentía en el aire. A pesar de su decisión de no tocar el tema aún, no podía evitar sentir el peso del pasado sobre sus hombros. Pero tenía una misión, una razón más importante por la que estaba de vuelta, y no podía permitirse perder el control. Sin embargo, lo que no había esperado era lo difícil que sería enfrentarse a Damian, sabiendo que aún quedaban tantos sentimientos no resueltos.
—Veo que sigues trabajando duro —intentó decir, como si no hubiera un abismo emocional entre ellos.
Damian asintió, sin levantar la vista.
—El trabajo no se hace solo.
**Damian**
Cada palabra que Anya pronunciaba lo afectaba de formas que no podía explicar. Había querido mantener la calma, mostrarse indiferente, pero sentía que estaba perdiendo el control de la situación. Su corazón latía rápido, y la mezcla de emociones lo estaba consumiendo. ¿Cómo es que, después de tanto tiempo, ella seguía teniendo ese poder sobre él?
—¿Algo más que necesites? —preguntó Damian, su voz ligeramente más áspera de lo que pretendía.
**Anya**
Anya sintió la frialdad en su tono. Sabía que Damian tenía derecho a estar molesto, pero dolía más de lo que había esperado. Tragó saliva, y dio un paso hacia atrás, intentando mantener una fachada tranquila.
—Solo quería saludarte. Es... raro volver después de tanto tiempo. —Sonrió de forma tensa, sabiendo que estaba caminando sobre una cuerda floja.
Damian no respondió de inmediato. No la miró a los ojos. Y eso dolía más de lo que podía admitir.
**Cierre del Capítulo**
El silencio entre ambos se hizo insoportable. Finalmente, Damian se levantó de su asiento, recogió los papeles y se los acomodó bajo el brazo.
—Tengo trabajo que hacer. Bienvenida de vuelta, Anya —dijo, sin mirarla mientras salía del aula.
Anya se quedó allí, observando cómo se iba. Sabía que no iba a ser fácil, pero el primer encuentro había sido más duro de lo que había anticipado. No obstante, no podía permitirse fallar en su misión. No ahora.
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Notas: Decidí reescribir la historia, ¿por qué?, creo que necesitaba ser más explícita y quería llenarlas de emoción :3, les prometo que estarán felices con esto.
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Sombras del corazón
RomanceTras varios años de separación, Damian y Anya se reencuentran inesperadamente en un contexto donde los recuerdos, el dolor y las emociones no resueltas del pasado comienzan a salir a la superficie. Ambos guardan secretos que amenazan con destruir cu...