Capítulo 8

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Era tan extraña la forma en la que la vida de una persona puede cambiar. A veces Ryoga despertaba con la idea de que todo lo último vivido era un sueño.

Meses atrás todavía se encontraba en medio del bosque, admirando la tranquilidad de sus alrededores y ahora estaba conviviendo con Ranma, siendo ahora una mujer que recibía inmensas cantidades de dinero por matar a pobres infelices y por dejar que esos mismos tontos toquen su cuerpo indebidamente.

Tranquilo, lo de siempre.

Su relación con Ranma se había convertido, por otra parte, en una pelea constante de quien dominaba más a quien.

En algún punto de su estancia en Tokio, se puso a pensar en lo mucho que había cambiado su trato hacia Saotome. Siendo que antes solían pelear mucho e irritarse hasta el cansancio, era obvio que ahora se mantenían en con algo de eso, pero ya no buscaban matarse.

Cuando las cosas estaban bien y nadie tenía que fingir sonrisas ni enamoramientos.

Se vivían provocando sin parar y esas bromas sucedían principalmente en su lugar de trabajo, solo que preferían ignorar aquella tensión que se iba generando en sus cuerpos como una corriente deliciosa y el deseo de sentirla sin fin era lo que los impulsaba de forma inconsciente a seguir con ese juego.

Era obvio que ninguno cedería ante esos impulsos porque el primero en dejarse llevar, perdía.

Claro que Ryoga lo tenía más difícil que Ranma.

Ella podía desahogarse de alguna manera con aquellos clientes que la buscaban en la noche mientras él veía todo desde lejos.

¿Le molestaba? Un poco, después de todo ella buscaba calentarlo a cada rato y luego podía huir sin problema. A parte de que era su trabajo, sabía que ella actuaba buscando joder su paciencia porque siempre lo regresaba a ver cuando desaparecía de la mano del hombre de esa ocasión.

Riéndose en su cara.

Pero él no era un santo tampoco.

...

Esa tarde, Ryoga estaba con Ranma en su camerino. Le gustaba ver como ella se arreglaba para sus presentaciones porque consideraba que era necesario tener una habilidad para realizar tantas cosas en su rostro y cabello.

Todo un trámite que le durará poco tiempo.

—¿Te arreglas más por gusto que por llamar la atención, verdad? —La pregunta salió por sí sola, acercándose a la chica.

Ella lo miró a través del espejo. Que Ryoga se posara atrás de sí misma apoyándose en la silla no ayudaba a su imaginación.

Hibiki era un hombre atractivo, el hecho de que se hayan vuelto a ver después de años hizo que su perspectiva de él cambiará demasiado.

Ya no era tan inmaduro ni desesperado por un poco de atención como hacía en aquellos entonces cuando estaba interesado en Akane.

¿La seguiría pensando? ¿Cambió su idea de ella o sólo fingió hacerlo para seguir a su lado?

A veces le era inevitable no pensar en eso, era como agua que no dejaba de desbordarse y que la congelaba, pero luego...

—¿Me vas a contestar? —El chico volvió a hablar al notar cómo dejó de moverse, pero tampoco decía algo.

—Lo siento. —Sonrió disimulando sus pensamientos. —Me gusta verme bien, sé que por mi misma puedo llamar mucho la atención así que prefiero lucirme.

Agarró un brillo labial y lo pasó lentamente por sus labios. 

—Este es de cereza. —Le mostró el producto, finalmente dándose la vuelta para verse frente a frente. —Si deseas puedo darte una oportunidad para que lo pruebes. —Sonrió sacando un poco la lengua para fingir saborear el producto, insinuando con claridad lo que buscaba.

Feather - Ranma y RyogaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora