Capítulo 4

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"Las mentiras y el odio opacan mi esperanza, pero mi rayo de luz lo opaca el olvido"

Houston, Texas

April

Los segundos parecían eternos, mi perdición estaba cada vez más cerca.

—Tendrás... el privilegio de ser mía —su aliento alcohólico chocó en mi mejilla izquierda.

—Infeliz... Eres repugnante —mi voz tembló, mi vista se veía algo borrosa por las lágrimas.

—De todas las chicas de aquí... Tú eres a la que mas he deseado —susurra contra mi oído—. Sé que voy a ser el primero y me siento afortunado por eso —río, sus manos recorrieron mi cintura con cierta urgencia. Levanto la comisura de mi blusa dejando la piel de mi vientre al descubierto.

Forceje con todas mis fuerza pero rápidamente volvió a detenerme. Sus ojos me miraron fijamente, ahora es cuando me gustaría que las miradas mataran.

Quizás era muy pronto bajar la guardia por el simple hecho de verme llorar; esa fue su perdición y mi única oportunidad de escapar. Con mis piernas libres idee un plan para librarme de su asquerosa cercanía. Levanté una de mis rodillas golpeandolo con fuerza directo a su "amiguito" provocando que éste cayera al suelo y se quejara del dolor. Mis piernas temblorosas no aguantaron y mi cuerpo resbaló por la pared. Mis ojos viajaron en dirección al lamentable poco hombre que yacia en el suelo frente a mí.

—Eres la peor escoria... No soy como las otras. Jamas me rebajaría con un cerdo como tú, ¡no vuelvas a tocarme! —escupi con veneno cuando sus entrecerrados ojos me miraron fulminandome con intensidad.

—Maldita zorra... Me las pagarás —gruño levemente, aunque en realidad sonó como un gemido de dolor, quiso arrastrarse hasta llegar a mí.

Metí un mechón de cabello detrás de mi oreja, ni siquiera recuerdo lo que planeaba hacer ésta mañana. Me levanté del frío suelo, sin darle oportunidad de lograr su cometido, cogí una de mis carteras y abrí la puerta de mi cuarto. Estaba en shock, mi única reacción fue salir lo antes posible de aquella habitación; sin embargo, recordé que mi castigo me prohibía salir de los alrededores de la mansión.

¡Al diablo con las reglas!

No podía permanecer en ese lugar hasta que el enfermo de Steve se fuera.

Pise el acelerador con cierta brusquedad haciendo rechinar las llantas de mi auto. Sé que voy manejando a una velocidad poco considerable pero no me importa. Observó mis manos que sujetan el volante, mis muñecas están de un leve tono rojizo.

Ese hombre es una bestia...

Ahora entiendo a la pobre de Marie, no soporto aquel trato y por eso se suicido.

Es irónico que de algún modo estemos destinadas a ese trato sólo para obtener algún beneficio, como en el caso de Madame Elvira, se caso 4 veces y se acostó con cada uno de ellos sólo para conseguir propiedades y una gran fortuna. Sin embargo este era un caso que no nos beneficiaba; Steve era un solo un socio de Madame Elvira que quería aprovecharse de nosotras para satisfacer sus propios deseos sexuales y cuando nos rehusamos -él- abusaba de nosotras.

Podría jurar que la mayoría de nosotras hemos pasado por su cama, -una o quizás más veces- pero si este era mi turno, no iba a iba a ceder tan fácil.

¡Cretino, mal nacido, enfermo, maldito bastardo!

Frené el auto de imprevisto, la luz estaba en rojo y casi atropello a unas cuantas personas. Algunos mechones de mi cabello yacen pegados a mi rostro, mi mente no estaba del todo bien, mis pensamientos eran un total caos y es más que obvio que soy un peligro en ruedas, por ahora.

Fortune Hunter | Harry Styles #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora