3. Chica Dorada

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El exterior del palacio abandonado seguía siendo un espectáculo glorioso. Anastasia sintió como si estuviera paseando por los recuerdos de todos los que habían estado aquí antes que ella. Podía imaginárselo lleno de brujas y magos vestidos con sus mejores galas para una noche de baile y diversión. Le hubiera gustado estar allí para verlo tal y como era antes.

Para poder ver mejor a través de las ventanas y entradas tapiadas, Anastasia se recogió los rizos de la cara y se metió algunos trozos sueltos en el gorro que llevaba. Crookshanks se paseó con ella, maullando a un lado y a otro antes de escabullirse entre la madera y brincar hacia el interior.

—¡Crookshanks! Crooks! —llamó Anastasia al travieso gato—. Maldita sea. —Echó un vistazo a las tablas y sacó su varita, de madera de vid oscura con núcleo de fibra de corazón de dragón. El fabricante de varitas ambulante que se detuvo en el orfanato le dijo que su antigua varita debía de estar hecha de lo mismo, ya que conectaba tan bien con esta—. ¡Diffindo!

Apartando los trozos de madera con las botas, Anastasia se agachó para entrar y perseguir de nuevo a su obstinado gato.

Una vez que se puso en pie y miró a su alrededor, Anastasia contuvo la respiración, asombrada. Aunque todos los rincones y grietas del edificio estaban cubiertos de telarañas, la belleza y la complejidad de los detalles de cada superficie parecían sacadas de un sueño. Todos los muebles estaban cubiertos con telas blancas para protegerlos de la intemperie, pero Anastasia podía imaginárselos como eran antes, con colores brillantes y diseños dorados. Los pies con garras asomando bajo las sábanas.

Largas y delgadas mesas se alineaban en las paredes, repletas de velas medio derretidas sobre altos soportes y de intrincados platos muy bien dispuestos. Intactos desde el fatídico día, espesos de polvo. Anastasia cogió uno despacio y le quitó el polvo. Una visión bailó en el reflejo del plato. Era ella misma, más joven, más feliz. Bailando con un hombre con gafas. Se sonreían mutuamente. Terminó antes de lo que había empezado. Anastasia tenía los ojos muy abiertos.

¿Un recuerdo?

Dejó el plato en la mesa y siguió a Crookshanks al interior del palacio, a un balcón que daba a un gran salón de baile, con escaleras a ambos lados que conducían a él. Podía oír la música que sonaba e imaginarse los bailes en su apogeo.

—Este lugar, —susurró a la habitación—. Es como si reviviera un sueño.

Crookshanks bajó las escaleras y Anastasia lo siguió, arrastrando la mano por la barandilla. Empezó a cantar una canción que no sabía que conocía, las palabras salieron de su boca antes de que su mente pudiera recordarlas.

Dulce voz

Ven a mí

Haz que el alma recuerde

Oigo aun cuanto oí

Una vez en Diciembre

Las lámparas de araña de cristal y oro que colgaban del techo se alineaban en dos filas a ambos lados de la gran sala. En lugar de papel pintado, las paredes estaban formadas por ventanas de cristal que daban a nuevas habitaciones. Estaban perfiladas con adornos dorados y captaron la atención de Anastasia.

Dio vueltas por el salón de baile, imaginando una multitud bailando con ella. Sus harapientas ropas se convirtieron en un vestido de brillantes amarillos y azules. Su pelo, recogido con un lazo a juego. El antiguo salón de baile cobró vida ante sus ojos. Coronas sobre las cabezas y joyas enganchadas en cuellos y muñecas. Niños riendo, persiguiéndose entre las olas de gente.

¿Quién me abraza con amor?

Veo prados alrededor

Esa gente tan feliz

Anastasia - Dramione (Traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora