Una semana después de la caída de Voldemort, Draco por fin pudo llevar a Hermione a casa. Esperó a que ella terminara su carta a Harry, haciendo que su lechuza viniera a buscarla. Hacía años que Draco no veía al elegante animal, pues se había quedado con los elfos domésticos que cuidaban de sus propiedades. Una vez que volvió a tener acceso, Draco envió cartas al elfo jefe de cada finca, informándoles del cambio y solicitando que le enviaran su lechuza favorita a París.
A Draco no le sorprendía que se hubieran quedado todos estos años esperándolo, aunque antes de los acontecimientos que provocaron su ausencia, Hermione lo había convencido de que liberara a todos sus elfos domésticos y les pagara un salario justo. Seguían siendo un grupo leal y siempre serían bienvenidos en cualquiera de las casas de los Malfoy. Tilly, la jefa de los elfos domésticos de la finca principal, la Mansión Malfoy, estaba muy emocionada por su regreso y le había enviado su lechuza de inmediato.
Ahora, observaba a Hermione sentada en un escritorio y terminando la carta, incapaz de enfrentarse a Harry para despedirse de nuevo. Sostenía su collar en un puño apretado contra el pecho, con la caja de música sonando frente a ella. Había sido una semana muy emotiva para todos ellos, rebuscando entre sus recuerdos. Draco y Harry se turnaban para hurgar en su mente, buscando lagunas o recuerdos retorcidos dejados por Voldemort. Por suerte, no había ninguna, cualquiera que fuese la fuerza oscura con la que Voldemort tratase, había hecho un trabajo minucioso. Una parte de Draco deseaba haber podido hacer lo mismo con los padres de Hermione antes de convertirse en polvo.
—Amor, puedes ver a Potter cuando quieras. Esto no es un adiós para siempre. —Draco sonrió satisfecho, apoyándose en la pared dorada cubierta de bonito papel encantado con flores eternamente florecientes.
Hermione se limitó a levantar un dedo mientras se concentraba en escribir, haciendo una pausa al final antes de firmar.
—Es bueno tener cartas, Draco. —Insistió—. Y, de todos modos, hay cosas que incluso a mí me da vergüenza decir en persona. Escribirlas es mucho más efectivo.
—Tienes toda la razón, Ana. —Le guiñó un ojo. Hermione refunfuñó al ver que la llamaba por ese apodo—. Oh, ¿qué? Es una parte de nuestra historia de amor, me gustaría recordarla con cariño.
Levantándose de la silla y ajustándose más la túnica, Hermione apretó los labios y puso los ojos en blanco.
—Eras igual de molesto que en el colegio, Draco. Sinceramente, mi amor, es como si hubieras perdido todos tus modales mientras estuve fuera.
Draco se burló.
—Vamos, Ana, estaba de luto. No seas tan dura con un mago.
Hermione se rio mientras lo reprendía.
—Ya basta. —Terminó de colocar algunas cosas en su bolso, cerrándolo con un chasquido y entregándole a Draco la carta para que se la diera a su lechuza.
—Para Harry Potter, por favor, Leo. Ministro de Magia. —susurró rápidamente Draco al mensajero. Volviéndose hacia Hermione, le agarró la mano libre, levantando su maleta con la otra—. ¿Estás lista para el flu, mi amor?
Ella le dedicó una sonrisa burlona.
—Sí, cariño, —bromeó Hermione. Luego, girando la cabeza ligeramente hacia un lado, preguntó—. ¿Por qué no viajamos con magia hasta aquí? Nos habríamos ahorrado un montón de problemas.
Draco hizo una mueca.
—Bueno, eso sería porque a Theo y a mí no nos dejaban salir del país, por eso falsificamos nuestros papeles.
Hermione enarcó las cejas.
—Ya veo.
Draco le dedicó una sonrisa, inclinándose para besarle rápidamente la mejilla y tirar de ella hacia la chimenea.
ESTÁS LEYENDO
Anastasia - Dramione (Traducción)
RomanceHubo una época no hace mucho tiempo en que vivíamos en un mundo mágico, de elegantes palacios y grandes fiestas. Corría el año 2003. Harry Potter, su mejor amigo, era el Elegido, destinado a salvarnos a todos. Y lo había hecho. Celebraban el 5º...