Cap. 14

126 1 0
                                    

—Todo listo. Sólo tenemos que esperar a los trabajadores. 

—Tranquila, todo saldrá de maravilla —oigo detrás de mí la voz deWalker, la persona que he contratado para que nos acompañe y muestre laruta que vamos a recorrer en el Copper Canyon; yo he ido alguna vez, pero nolo conozco tanto como para hacer de guía. 

—Sí, por fin ha llegado el gran día. 

Me coge del brazo y me siento incómoda; no sé por qué, el contacto medisgusta, y por ello, con disimulo, me deshago de su agarre. 

—¿Cómo estoy? —pregunta Lukas; sus carcajadas a mi espalda provocanque me gire para observarlo, igual que hace Walker, que sigue mi mirada.Tras disculparme con éste, camino hasta Lukas, que está con variostrabajadores, enseñando su ropa deportiva. Si es que es como un niñopequeño. 

—¿Cómo vas a estar? —En cuanto le hablo se le escapa una mediasonrisa, y me da un abrazo junto a un beso en la mejilla. 

—Ahora, mejor. —Me guiña un ojo, consciente de que el resto de loscompañeros lo han visto y creen que está ligando conmigo. 

—Deberían ir subiendo. 

Lukas se gira para repasar, nunca mejor dicho, al guía que me estáapremiando para que los empleados vayan subiendo al autocar para salircuanto antes.

—Desde luego —le respondo, recibiendo una sonrisa como respuesta, yvuelve a la puerta del vehículo, donde sostiene la lista de los inscritos a laexcursión. 

—Y, ése, ¿es? 

—Nuestro guía —respondo, taxativa, porque sé que Lukas quiere dirigirla conversación hacia Walker y, aunque debo reconocer que es mucho másguapo de lo que esperaba, no pienso darle opción a sacar conclusioneserróneas, porque ese chico no es nada más que un trabajador que, cuandotermine esta salida laboral, no volveré a ver—. Única y exclusivamentenuestro guía. 

—Pues qué pena perder una oportunidad así, ya sabes que a veces seolvida mejor con... 

—Sube ya, por favor. 

Le hago un gesto para que comience a caminar y, divertido, me hace unareverencia. Luego, con algunos de sus colegas, se dirige a la puerta delautocar... y entonces veo a Luis al fondo. Está radiante esta mañana y, aligual que yo, debo decir que el resto de las mujeres de la empresa piensanlo mismo, pues no dejan de mirarlo y sonreír entre ellas. 

—Chicas, podéis ir subiendo, gracias. 

No me hacen ni caso, pero no me importa, porque continúo pidiendo quemonte en el autocar a todo el que veo o se cruza en mi camino. 

—Buenos días, tienes mejor cara hoy. —Le sonrío. 

—Buenos días. Hace una mañana estupenda. —Me besa la mejilla yambos nos quedamos en la entrada del vehículo, observando cómo subentodos, como si estuviéramos de nuevo en el colegio... y la verdad es quetiene su gracia—. No va a venir, ¿verdad? —no puedo evitar preguntarle. 

—No me ha dicho nada.—Ya lo sabía. —Procuro que mi voz suene normal—. Estoy bien, no tepreocupes. —Me adelanto a su pregunta, porque tengo claro que me la iba aplantear de un momento a otro por cómo me estaba mirando—. Y tú, con tumadre... —inquiero, bajando la voz para que nadie se entere. Luis es muydiscreto y no le gusta que nadie sepa detalles de su vida privada, y ahora novoy a ser yo la que comience a contarla a voces como si nada. 

—Mejor me callo. 

—¿Tan mal? 

Me sabe fatal, pero no me extraña. Tenía clarísimo que su madre noreaccionaría como la mía, y también que no daría su brazo a torcer. 

Luigi es irresistibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora