Cap. 29

78 0 2
                                    

—¡Allisson! Por favor, no te quedes en la entrada. El señor Collins nos estáesperando; se alegrará al saber que ya estás aquí. 

Oigo su voz y me fijo en la sonrisa tan amplia y marcada que me dedica;juraría que es muy forzada... demasiado, a decir verdad. 

—Buenos días, Charlotte. 

—¿Y quién es este hombre tan...? 

—Es mi compañero; será quien se encargue de las sesiones formativas sialgún día no puedo encargarme personalmente de alguna —le respondorápidamente, antes de que Dan abra la boca y me deje al descubierto. 

—Interesante... —Lo mira de arriba abajo, devorándolo con los ojos, yme quedo alucinada, porque no entiendo que una persona que tiene tantoscelos a su vez sea tan descarada—. Por aquí, por favor. 

Sigo sus pasos y no puedo evitar escanearla de pies a cabeza. No debe deser mucho mayor que yo; en realidad, si tiene un par de años más, ya seránmuchos. Es elegante y se nota que tiene dinero para serlo, porque siempreva vestida con ropa de firmas reconocidas. Contonea las caderas conformecamina, consciente de que la seguimos y de que Dan, aunque no puedoverlo, porque está a mi espalda, tiene sus ojos clavados en su culo, y porello se encarga de moverlo de la forma más descarada del mundo. 

—Ya hemos llegado. 

Entro en el despacho hasta el que nos ha conducido y nos recibe la parteposterior de la butaca del señor Collins; no logro verlo hasta que no se giralentamente y aparece ante mí un hombre que perfectamente podría ser mipadre. 

Viste un traje hecho a medida, negro, y luce una corbata del mismo color,aunque brillante, que le da una apariencia de persona mucho más joven delo que realmente es. Tras mirarme de arriba abajo y sentir cómo los ojos deCharlotte se clavan en mí, le tiendo la mano para saludarlo y él se pone enpie, mostrándome lo alto que es... más o menos como Luigi. Tengo quemirar hacia arriba cuando se aproxima y me estrecha la mano. 

—Me han hablado mucho de ti. 

—Espero que bien. —Sonrío mientras le respondo, para que no crea queme intimida... ni mucho menos; sé cuál es su estrategia, que no es otra quepretender demostrar su superioridad ante la persona que él cree que no va aser capaz de conseguir cambiarlo, pero lo que él no sabe es que torres másaltas han caído. 

—Por supuesto; sin embargo, tendré que comprobarlo personalmente. —Mira a Dan, mucho más serio, y temo que descubra la verdad—. ¿Y tú eres?

 —Dan, trabajamos juntos —me adelanto a decir. Se le escapa una mediasonrisa y siento que está ganando terreno, así que contraataco—. Por lo quehe podido averiguar antes de esta primera cita, los ingresos de estacompañía merman día a día... Demasiadas inversiones precipitadas,realizadas sin que hayan obtenido la aprobación de sus expertos financieros,¿es así? 

—¿Precipitadas? Necesarias —intenta rectificarme. 

—Eso ya lo veremos. Si le parece, pasemos a concretar lo que Charlotteya me ha comentado anteriormente. 

—Quiero contratar a alguien que forme, si puede, a los que dirigen lasdistintas áreas de la compañía, para que éstos obliguen a sus empleados aser más proactivos, ya que cada día son más zánganos... El único que sequema las cejas trabajando aquí soy yo. Deseo empezar por recursoshumanos... y, si va bien, extenderlo a otras áreas; la siguiente sería lafinanciera. 

Su forma de hablar me demuestra lo poco que valora mi trabajo y, sobretodo, que no cree que nada pueda ser error suyo. 

—Tendré que pasar con ellos un par de días para poder evaluarlos ydetectar de dónde proceden los fallos para poder ayudarlos a cambiar suforma de trabajo. 

Luigi es irresistibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora