IX

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Al llegar a su piso, Juanjo se bajó del coche con dificultad. Las piernas le temblaban, y sentía su cuerpo más pesado que nunca. La reciente pelea le había dejado destruido. Como es normal entre dos mejores amigos, habían tenido alguna que otra pequeña discusión en el pasado, pero nunca nada que no hubiesen arreglado al cabo de unos minutos. En ninguna ocasión había acabado con Martin llorando.

En ese momento sintió un enorme vacío en el estómago al caer  en la cuenta. Había hecho llorar a Martin. ¿Qué clase de persona haría eso? Había hecho que esos ojos enormes y brillantes, que siempre rebosaban felicidad, soltasen lágrimas, por su culpa. Se sentía la persona más cruel del universo, y todo por no haber tenido la valentía de enfrentarse a sus sentimientos cuando tuvo la oportunidad. 

Entró en el piso con el agotamiento reflejado en su rostro. Sin embargo, sabía que no iba a poder irse a dormir mientras su mente trabajase a mil por hora. Por tanto, decidió que la mejor opción era agarrar una cerveza de la nevera, tirarse en el sofá y dejar que su mente divagase. Se estiró para coger el mando, y encendió la televisión. No le importaba lo más mínimo lo que estaban echando en el canal, solo sabía que necesitaba algo que lo distrajese de su sentimiento de culpa.

Así se quedó minutos, o puede que horas. La cerveza se convirtió en dos con el paso de las horas, y luego en tres. Y tal vez cuatro. Su cuerpo se mantuvo en la misma posición mientras los programas iban acabando y empezando nuevos. Mantenía los ojos pegados a la pantalla, y sentía su retina arder debido al brillo de la televisión, pero no le importó. Mientras sus ojos observaban a las personas en pantalla, su mente repetía en bucle el abrazo entre Martin y Paul, las risas de Martin en el bar, el beso en la mejilla, y sobre todo la manera en la que Martin salió de su coche, llorando.

Segundos después de que el reloj de plástico de la pared marcase la media noche, Álvaro hizo su aparición en el piso. Se esperaba encontrarse las luces de toda la casa encendida, el móvil de Juanjo tirado en alguna parte reproduciendo alguna canción aleatoria, y a su compañero sentado en la mesa de la cocina rodeado de apuntes y maldiciendo su carrera. Pero nada más lejos de la realidad.

Nada más abrir la puerta, el olor a alcohol le golpeó en la cara. Encontró la casa completamente a oscuras, únicamente iluminada por la luz de la televisión proveniente del salón. Aguzó el oído, pero tampoco consiguió distinguir ningún otro sonido que no fuese de la televisión. Aquella situación hizo que un escalofrío le recorriese la espalda. 

Con cuidado de no hacer mucho ruido, dejó las llaves en la entrada y se quitó la chaqueta, tras lo cual se encaminó hacia el salón. Lo más probable era que Juanjo se hubiese dormido frente a la pantalla, pero una vez más se sorprendió.

Desde la entrada del salón podía ver la pantalla de la televisión, que reproducía un programa sobre política. También desde la puerta sintió el aún más fuerte olor a alcohol de la habitación, e inmediatamente arrugó la nariz. Sin embargo, el sofá se encontraba de espaldas a la puerta, por lo que lo rodeó con la intención de despertar a Juanjo. 

Al acercarse, tuvo que ahogar un jadeo de susto. Juanjo se encontraba sentado en el sofá con la mirada puesta en la pantalla, rodeado de cuatro latas de cerveza aparentemente vacías, unas ojeras que llegaban hasta el suelo, y en la cara la expresión más dura y rota que había visto en su vida. 

- Juanjo... ¿qué cojones...? -habló Álvaro con la voz temblorosa.

No podía negar que por mucho que apreciase a su amigo, le estaba dando bastante mala rollo la situación. Llamó otra vez a su amigo, sin embargo no obtuvo ni respuesta ni reacción. Se colocó entre Juanjo y la pantalla, impidiéndole ver, para que el chico le mirase, pero no fue así. 

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⏰ Última actualización: Oct 10, 2024 ⏰

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Significas demasiado | JUANTIN OT23Donde viven las historias. Descúbrelo ahora