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-¿Es sangre? ¿Es sangre en tu cabello? Aeron Bracken, explícame ahora qué diablos te pasó.

El chico solo quería irse a casa, pero su madre tenía esa expresión tan normal en la familia, intento de asesinato contenido, le decía él.

-Davos...

-¿Davos Blackwood? - pregunta ella casi con un grito - ¿Qué te hizo ese niño tonto?

Bueno, primero que nada, quiso decir Aeron, ya no es ningún niño. Segundo, lo que le hizo no se lo iba a confesar a su madre y tercero, espera volver a hacerlo pero sin la parte de la sangre, el lodo y las hojas secas de árbol pegadas por todas partes.

-Nada, sólo nos peleamos. Él quedó peor.

-Por lo menos no te dejaste humillar, Aeron o no sé qué le habríamos dicho a tu tío.

Aeron suspira, mira por la ventana hasta el otro lado del estacionamiento. Ahí está él, Davos, quién de verdad quedó peor, todo lleno de lado y sangre, pero con esa expresión de desagradable satisfacción.

-No te vas a subir asi al coche - le dijo la madre de Davos al darle un impermeable para que no manchara las vestiduras

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-No te vas a subir asi al coche - le dijo la madre de Davos al darle un impermeable para que no manchara las vestiduras.

-Por los dioses, qué vergüenza - dice el chico antes de hacer lo que la mujer quiere y meterse al coche. Le dolia todo. El tarado de Aeron era mas fuerte de lo que creía y aunque logró someterlo no fue sin ganarse tantos golpes que le sacó sangre.

-Bien, ¿con quién te peleaste?

-Con Aeron.

-¿Bracken? ¿Y te ves así? ¿Es un omega, no? ¿Por qué parece que te encontraste con un puma?

Davos puso los ojos en blanco, ella no lo iba a entender. Lo había mordido y Aeron entró en cólera, casi parecía que podría matarlo por haber hecho eso sin permiso, nada más porque ese dia el omega olía muy bonito. Luego empezaron a pelear en serio y terminaron cayendo por la ladera hasta el lodo.

En el lodo se besaron, supo horrible, pero ahora tenía omega y no sería la última vez que reclamaría su boca. Aunque por ahora lo mantendría en secreto.

-Davos es que si te peleas con un Bracken debes romperle la cara...

"A besos... Por supuesto", pensó solo para él. Dejó que su madre siguiera diciendo cosas sin que él prestara nada de atención porque todo eso era palabrería. Durante años no le había importado, si debía odiar a los Bracken lo hacía y ya, hasta ese día donde todos sus sentidos reclamaban por ese omega. Porque era ese omega o ninguno, poco importaba cómo se apellidara.

El sabor de tu sangre en mi bocaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora