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Aeron tenía el fin de semana libre y su plan era dormir hasta tarde. Sin embargo su madre lo despertó para desayunar porque no estaba bien que pasara tanto tiempo en la cama solo durmiendo. Trató de fingir que seguía durmiendo sólo para que ella jalara sus cobijas y luego lo jalara a él por los tobillos.

A su madre no la podía desobedecer.

Se levantó adormilado, enojado y se olvidó cubrir su cuello donde la mordida de Davos aun era una herida furiosa y desagradable.

-Niño, ponte algo encima - le dice su abuela cuando le sirve su plato de comida. La mujer mayor le toca con la punta de su dedo huesudo en la carne sensible de su cuello y el chico saltó asustado entre el dolor y el terror de que su madre lo viera.

Corre de regreso a su cuarto por una sudadera cuando ve que su celular está mostrando una notificación.

Es un número desconocido.

Una foto.

-Mierda...

Davos consiguió su número y ahora le estaba enviando fotos de él junto con frases sucias como "ojalá te sentaras en mi cara" o "te quiero morder los labios y penetrar con mi lengua"

-Idiota...

"Ya se me paró"

Aeron aventó el celular al ver la última foto. El loco ese, el alfa idiota que lo había mordido, le envió una foto de cómo se jalaba el pito.

Una buena verga alfa. Larga, gruesa, la mano de Davos parecía no ser suficiente.

Aeron sintió la humedad cálida entre sus piernas y el deseo desconocido hasta ahora. Lo quería dentro, saber si él era suficiente para reemplazar a su mano.

-¡Aeron, baja a desayunar! - su madre golpea la puerta y lo hace saltar y aventar una vez mas el celular que había recuperado para ver de cerca lo que Davos sostenía, como esa mano rodeaba la dureza, como la acariciaba. El jodido alfa bo se conformó con una foto, le envió después un vídeo donde se escuchaba su jadeo, donde por unos segundos lo hizo probar el paraíso.

-¡Un momento!

"Mi casa. A las 3. Estaré solo. Si me matas Blackwood, que sea vergazos"

Regresó a la mesa de la cocina, el cuello bien cubierto, una manoseada para bajarse la erección que le dejó ese vídeo y la sensación de necesidad que le había dejado meterse los dedos al coño y que esto no fuera suficiente. Su abuela le guiña el ojo, la mujer le da miedo, parece saber de más. Su madre le sirve una taza de té y le hace una cara rara.

-Apestas, Aeron, podrías entrar en celo. Nada de salir de la casa.

El sabor de tu sangre en mi bocaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora