Capítulo 9: Una visita inesperada

6 0 0
                                    

Llegué a mi casa después de clase, cociné, comí y al estar agotada y tener un poco de tiempo libre, me tiré un rato en el sofá. La limpiadora aún no había vuelto de sus vacaciones y mi madre ya se había pirado, por lo que volvía a tener casa sola. Al ser viernes, no tenía básicamente nada para hacer, por lo que me quedé esperando impacientemente a que llegase la hora en la que había quedado con Elena, simplemente para estar con ella y terminar de contarle mi vida.
Llevaba bastante tiempo observándola, como ella a mí, solo que yo sí sabía disimularlo. En el fondo deseaba ser como ella, una chica normal, a la que la gente no le agobia ni se aprovechan por ser como es, una chica tranquila, quieta, con una vida silenciosa y alguien misteriosa, que las personas no la tienen en cuenta. No tenía pinta de que su madre le exigiera como si fuera a ir a un concurso de belleza o a hacer el examen más difícil e importante de la historia. Pero solo eran hipótesis, porque de vista yo la creía así, sin embargo, al ser tan reservada no sabía nada de su vida y eso me despertaba mucho la curiosidad. No la veía casi nunca, solo cuando estábamos en clase. En los recreos simplemente desaparecía. Seguramente ni se sabría cómo era el patio. Yo en cambio estaba metida en la vida de los demás en el instituto , todos hablaban de mí y me conocían. Cada vez que llegaba al centro era como si me pusiera una máscara para dar a entender el papel de "chica perfecta". Por eso, ese deseo, simplemente quería que mi vida fuese más privada y que no tuviera que fingir todo. Tenía que inventar constantemente historias falsas sobre mi catástrofe de vida con tal de no quedar mal. Nadie sabía la verdad. Solo Elena. Había puesto toda mi confianza sobre ella, mi reputación estaba en sus manos, en cambio, me había arriesgado porque necesitaba soltarlo con alguien y sabía de más que ella no sería capaz de contarlo.

Mientras estaba tirada, dispuesta a levantarme para terminar de hacer mi rutina, alguien llamó a mi puerta. Por un momento pensé que podría ser algún paquete o que la limpiadora había vuelto y no tenía llaves, pero, cuando la abrí, no era nadie de los que pensaba. Era Natalia.
Venía llorando desconsoladamente, por lo que la invité a pasar, le ofrecí una bebida, la cual rechazó, la senté en el sofá y cuando vi que se había calmado un poco, me atreví a preguntarie para intentar ayudarle y, entre llantos y sollozos, consiguió responder.

-Me han llamado del hospital. Mi abuela está peor. Se va a morir, Carla. No saben que hacer ya. El cáncer se está expandiendo por todo su cuerpo. Se va a morir, no sé qué hacer sin ella, es la única que ha estado siempre para mí. Carla, no quiero que se muera.

Empezó a llorar cada vez más fuerte, por lo que la recosté sobre mis piernas, le di un beso en la frente y la abracé fuertemente. Traté de secarle como pude las lágrimas con la manga de mi sudadera. Me encontraba en una situación estresante, debido a que no sabía qué decir ni que hacer para poder relajarla. Simplemente estuvimos así un rato hasta que dejó de sollozar.

Cuando se terminó de tranquilizar, me preguntó si quería salir con ella y las demás, pero le puse la excusa de que tenía demasiadas cosas para hacer y le dije que ella debería mejor quedarse en casa.

-Te quiero mucho, Carla. Gracias por estar ahí siempre y ser una amiga de verdad. Eres la única que sabe de esto y que me ha llegado a ver así de mal. Iré a mi casa, pero invitaré a Xiomara para distraerme un poco, aunque sea y dejarte a ti hacer tus cosas sin yo molestarte.

Le dirigí una sonrisa, me despedí de ella y le ofrecí que me llamara si necesitaba algo. Se había pasado de repente el tiempo muy rápido y, otra vez, iba a llegar tarde a mi quedada con la pobre Elena. Terminé de hacer mis cosas, me arreglé rápido y fui corriendo hacia aquel banco donde me estaba esperando.
Llevaba yendo a ese lugar desde que lo descubrí paseando. Era el único sitio dónde podía huir de todos mis problemas. Nadie sabía de él, solo yo. Me encantaba sentarme para ver esos atardeceres tan bonitos, donde el sol se iba escondiendo en los edificios mientras escuchaba a los pájaros canturrear alborotados, una zona dónde nunca pasaba nadie, una zona de completa tranquilidad.

La portada de un libro, y el libro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora