41. Todo o nada.

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Estábamos sentados en la misma cafetería de siempre, uno junto al otro en lugar de uno frente al otro. Y tenía cantidades iguales de recuerdos tristes y felices atados a ese lugar. Pero esa vez, después de tanto tiempo, algo se sentía diferente. Más ligero. Aunque no podía decir con certeza qué era.

—Bueno. Aquí estamos, tomando café. ¿Qué fue lo qué pasó? —Pregunté, mirándolo, antes de apartar la vista para tomar un sorbo de mi taza.

Ese día estaba lloviendo muy suavemente. Había algo sobre la lluvia que me hacía muy feliz, incluso cuando eran lluvias furiosas de las que traen vientos y relámpagos y truenos. Quizá era el sonido de las gotas tocando el piso o el hecho de que se sentía casi como bañarse incluso si no estaba debajo de la lluvia sino en mi cama bien envuelta en mis sábanas, o bajo un techo tomando café, en este caso.

—Pues que le terminé —dijo como algo obvio y lo miré mal, lo que extrañamente le provocó una sonrisa—. No sé, Rebeka. Te sigo amando de una forma que no entra en el concepto de amistad y ella lo sabía después de lo de ese día. Yo lo sabía. Tú lo sabes. Creo que medio pueblo lo sabe.

Sentí un inusual rubor calentarme las mejillas. En un pueblo tan pequeño como Grashville, no muchas cosas se pueden mantener ocultas.

—Pero es lo mejor, ¿no? —Me atreví a decir, sosteniendo la taza de café entre mis manos. ¿Qué tan cínico habrá sonado eso? Él suspiró—. Solo se habrían hecho daño eventualmente.

Peter asintió y le dio un trago largo a su café, a pesar de lo caliente que aún estaba.

—Ahora que ya no están juntos... ¿cómo era su relación?

Él me miró como si no pudiese creer que le estuviera preguntando eso, y al mismo tiempo también como si se lo esperara.

—Pues... muy normal. Yo no estaba muy comprometido —fue lo único que dijo para empezar, pero tras unos segundos siguió hablando—. Ella es muy diferente a lo que estaba acostumbrado, no sé cómo explicártelo. Creo que es porque era una persona nueva. No podía decirle cualquier pensamiento que se me pasara por la cabeza —Se cruzó de brazos, pensativo, y yo escuchaba atentamente—. Es decir, creo que hubiera escuchado cualquier pensamiento extraño que le dijera, pero no... no iba a entender, ¿sabes? No en cuatro meses.

»Es una maniática de la limpieza, aunque eso me garantizó una casa limpia por el tiempo que estuvimos juntos. Nunca dejó un cepillo dental o un cambio de ropa en mi casa. Nada. Ni siquiera accidentalmente. Aunque creo que yo dejé uno de mis relojes en su apartamento... Solo peleamos una vez. Ni siquiera fue algo muy serio, solo llegué muy tarde a un compromiso que teníamos y bueno, es justo que me haya llevado un sermón.

»Es muy noble. Es una persona genial, sería mi amiga en otras circunstancias.

Exhaló cuando terminó de hablar. Lo que dijo era todo lo que había querido que me contara cuando estuvieron juntos. Quería saber cómo era Amelia a través de sus ojos, y saber si había valido la pena que alguna vez hubiese estado con ella, aunque dar ese veredicto no estuviese en mis manos.

— ¿Te arrepientes de haber estado con ella?

—No —respondió sin pensarlo, lo que me hizo saber que ya se había hecho esa pregunta a sí mismo—. No realmente. De cierta forma... ambos sabíamos el tipo de relación que era, y que no sería muy longeva —Tras decir eso, pareció que pensó si decir lo siguiente o no—. Acababa de dejar un compromiso de tres años.

Eso casi me hizo escupir mi café. No me había dado cuenta de todo el chisme que había perdido con mi mejor amigo por el hecho de habernos hecho tanto daño, Dios.

— ¿Y apenas me lo dices? ¡Eso cambia todo! —Le di un suave e inofensivo puñetazo en el brazo y sonrió mínimamente.

—Creo que ambos nos usamos, ahora que veo en retrospectiva.

Mi cara fue un poema. Era una mezcla de preocupación, diversión, confusión, y muchas otras cosas más.

—Pero ¿estás bien? Quiero decir ¿tienes el corazón roto o...? —pregunté cautelosamente y él se mordió el labio para no reírse.

— ¿Tú qué crees?

—Pues yo te veo normal.

—Estoy bien, Beka. La única que puede romperme el corazón y volverlo a arreglar eres tú.

No supe si halagarme u ofenderme. Rodé los ojos y me acomodé en mi silla. En cualquier otro momento esas palabras me habrían hecho sentir mal y terriblemente culpable, pero el tono en el que las dijo me hizo saber que no lo decía muy en serio.

—No pienso volver a rompértelo —murmuré sin mirarlo, acabando mi café de un trago. No me di cuenta de las muchas interpretaciones que podrían tener mis palabras hasta que escuché su tono de voz preocupado.

— ¿Y eso que quiere decir? —cuestionó con cuidado, y yo lo miré por encima de la taza que todavía sostenía contra mis labios.

—Pues que no te voy a volver a romper el corazón —le respondí, alzando las cejas como si fuera tonto por no entender.

—Rebeka... —amenazó y sonreí, dejando la taza de lado.

—Significa que ya no más idas y vueltas. Hoy es todo o nada. No volveré a romperte el corazón, si aún quieres estar conmigo. Pero no podrás dejarme después de eso porque entonces yo tendré el corazón roto.



n/a: se dan cuenta?

no se dan cuenta.

no hablen conmigo sobre este libro.  

De vuelta a ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora