Unas semanas habían pasado desde que comenzó las clases para los niños del pueblo.
Originalmente habían sido ocho niños, luego se sumaron más y más, hasta tener la asombrosa participación de treinta estudiantes.
Su tío Amos lo había visitado una vez, para encontrase con la sorpresa de treinta pares de ojos mirándolo con curiosidad e inocencia.
Amos cerro la puerta lentamente, no queriendo entrometerse en los asuntos de su sobrino y volviendo cuándo los niños terminaran la clase de hoy.
Amos se paseó por la sala de la casa, si bien era espaciosa, quedaba corta para treinta niños.
–¿No quieres un salón más grande? Puedes usar una habitación del castillo.– Le sugirió amable.
Aeron lo pensó por un momento, pero luego negó con la cabeza. –Ya haz hecho mucho por mi, no es justo para ti que siempre me aguantes.–
–¡Bah! Tonterías muchacho, tu también haz ayudado a la casa Bracken, el negocio del té es todo un éxito, incluso los señores Tully nos contactó para pedir una caja.– Amos agitó su mano, instando a aceptar su propuesta.
–Si tu tienes tus pasatiempos, deja que tu tio te ayude.– Aeron se mordió los labios, pero finalmente aceptó.
–Esta bien, pero dime si necesitas algo, estaré aquí.– Amos solo bufó, alborotando el cabello de Aeron.
–Pues estas de suerte, necesito esa tarta de manzana que estoy oliendo desde que llegué aquí.– Aeron solo se rió, yendo a buscar una porción para su tío.
Que bien se siente tener una familia.
::
–Esto niños, son bayas venenosas. Pero si las trituras bien, y las dejas secar durante tres días, consigues un antiinflamatorio para cuándo se caen de los caballos.– Aeron sostuvo las bayas para que todos la vieran, varios niños anotaban lo que decía, otros solo veían con atención.
Aeron había decidido que, si bien las clases de lingüística y gramática era lo principal, estas clases afuera en el bosque también eran vitales para su educación. Quería cubrir todo lo posible para formar personas capaces de no depender de nadie.
Generalmente iban los viernes, si no llovía, para mostrarles cómo podrían sobrevivir en el bosque y utilizar todas las plantas por si algún día lo necesitaban.
Ya habían aprendido que plantas comer, cuales evitar y con cuales podrían hacer remedios.
No era mucho, pero avanzaban cada día paso a paso.
–Maestre, si lo dejo secar cuatro días, ¿Entonces si me lo puedo comer?– Preguntó una niña con ojos expectantes.
Eso también era algo nuevo, los niños habían comenzado a llamarlo maestre, aún que el insistía en que solo lo llamen profesor o simplemente Aeron.
–No es lo recomendable, solo sirve para desinflamar la zona, no para el consumó.– Aeron palmeó la cabeza de la niña. –¿Alguien más tiene otra pregunta?–
Varios negaron con la cabeza, ya entusiasmados de terminar la clase y recibir el premió. Aeron solo suspiró con una sonrisa. –Bien, esperó que para el lunes, si alguno le surge una duda me lo digan.–
Aeron acercó su bolso, sacando varías fresas bañadas en azucar. Rápidamente todos los niños hicieron fila para recibir el caramelo.
–Recuerden ir con cuidado a sus casas y en grupos de cinco, no vayan sólos o no habrá más dulces.– Dijo Aeron mientras repartía las fresas.
ESTÁS LEYENDO
Narcisos | Davos Blackwood/Aeron Bracken.
FanfictionEn el que la reencarnación es posible, y un pobre chico termina en el cuerpo de Aeron Bracken, haciendo un efecto dominó en todo Poniente. O Donde Davos Blackwood no puede dejar de pensar en ese excéntrico Bracken que recolecta flores en los límites...