Capítulo 1 🖤 Todo comenzó

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OLIVIA.

—TODO TIENE UN COMIENZO Y UN FINAL

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—TODO TIENE UN COMIENZO Y UN FINAL...

—¿Cómo te sientes, princesa? —el abuelo estaba a mi lado, acariciándome la cabeza con ternura.

Suspiré, no tenia ni las ganas ni la energía para esto.

—Supongo que bien... —el sonido de las máquinas me lastiman los oídos.

Me removí un poco para acomodarme mejor en la cama, pero eso solo causó que me lastimara el brazo donde tengo enterrada la vía intravenosa que me da los analgésicos.

—El doctor dice que podrás salir pronto, Oliv —toma uno de mis mechones pelirrojos y comienza a darle vueltas enroscándolo en su dedo—. ¿Qué fue lo qué pasó, para que terminaras en el hospital?

Ay..., ya se había tardado....

Me remuevo nerviosa, sin saber que decirle. No quiero que sepa la verdad, pero es inevitable porque sino le digo yo, sé lo dirá el médico.

Argg....

Respiro hondo antes de contestar:

—Estábamos en la fiesta de Lucía y.... —mierda, Olivia sólo dile y ya está—. Estaba con Andrew bailando hasta que algunos amigos llegaron con un pastel de chocolate —dudo, pero continúo—. Creo que era un brownie..., y pues todos queríamos probarlo así que decidí comer una rebanada.

Mi abuelo me mira y mejor aparto la mirada porque no soporto ver su cara de decepción. Sé que él me considera una chica buena e inteligente, pero lo que hice no es nada bueno ni tampoco inteligente.

Suspiro con pesadez.

—¿Cuánta de esa porquería comiste? —su voz es tensa, es más que obvio que está conteniendo la ira que lo avasalla. Pero de igual forma no tengo la valentía para verlo a los ojos.

—Sólo me comí una rebana....

—¡No me mientas, Olivia, por un demonio! —mierda, ahora si se enojo. Sus ojos verdes se oscurecen y la mandíbula cincelada se le tensa.

Su grito me sobresalta porque mi abuelo no es de ese tipo de persona que grita cuando se enoja es mal del tipo que está tranquilo en todo momento. Por inercia me encojo en la cama. No soporto los ruidos fuertes porque me recuerdan a lo que me veía obligada a presenciar todos los días.

—No me grites.... —mi voz es apenas un murmullo bajo—. Yo.... Me comí solo cuatro rebanadas....

El rostro de mi abuelo se suaviza un poco y sus ojos verdes antes oscurecidos vuelven a tomar ese amor que se le refleja cuando me mira. Tal vez sea porque me parezco a la abuela.

Perversa AdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora