«A la entrada, pude divisar un lugar con muchos niños y niñas jugando, todos tenían lentes oscuros, igual que Alejandro. Y estaban sentados bajo un gran árbol, charlando y riendo. Se les veía felices a pesar de no poder ver. La mujer, a la que los niños llamaban "maestra", se dio cuenta que yo estaba siguiendo a Alejandro.»
―¿Sabes, Alejandro? Tu amigo canino nos siguió. ―le dijo.
―¡Es que ya somos compañeros! ―respondió él, sonriendo.
«Yo no pensaba en ese niño como en cualquier otro, sino como algo más. No sé por qué pensaba así, ni por qué en tan solo una hora había pasado de querer encontrar a Danielito, a querer cuidar a un niño ciego. Lo acompañe a su "aula", luego me llevaron a mí a una habitación donde había otros perros. Me presenté.»
―Tu eres nuevo, no te había visto por aquí. ―señaló uno de ellos―¿De quién eres guía?
―Yo no soy un guía ―contesté―, solo me encontré a ese niño en problemas y lo quise ayudar. ―les expliqué.
―Pues entonces eres su guía ―me respondió otro―. Eso es lo que hacemos los perros lazarillos, ser los ojos de los que no ven.
«Me quedé pensando. Hablé el resto del día con esos perros. En ese lugar nos daban comida; sabrosa, por cierto. Era un buen lugar para estar.»
«Cada perro era el guía de un niño ciego, y de adultos también, me lo dijeron los otros.»
Normalmente, son los humanos los que ayudan a un perro. Lo curan si está herido, lo cuidan, como hicieron conmigo el viejo y Elizabeth. Jamás pensé que había perros que se dedicaban a velar por la seguridad de un humano.
«Los padres de Alejandro lo fueron a buscar en la tarde, y me llevaron a mí. Antes de marcharnos, la maestra les dijo a ellos que, pese a no haber sido entrenado, yo tenía instintivamente habilidades en potencia para ser un perro lazarillo. Y que lo más importante se había dado: Yo acepté al niño y el niño me aceptó a mí.»
«Ellos eran muy cariñosos con él, y conmigo, esa noche en la cena me dieron mini salchichas. ―¡definitivamente se ganaron mi cariño!― Existía un gran ambiente de amor en esa familia; no discutían, como los padres de Danielito; no se maltrataban, como los de Patricia; y ambos siempre estaban a disposición del niño, no como los de Elizabeth.»
«Me pusieron una manta en la cocina esa noche, para que pudiera dormir. Pero el sueño demoró en llegar, no dejaba de pensar en todo lo que había pasado ese día. No podía abandonar a ese niño, no podía simplemente mirar para otro lado ahora que sabía que Alejandro me necesitaba.»
Yo no puedo percibir bien los colores, pero él ni eso. Él no puede ver el cielo, los árboles o una sonrisa.
«No, no podía dejarlo solo, llegué a la decisión de convertirme en el perro lazarillo. Sería los ojos de Alejandro, cuidaría cada uno de sus pasos.»
¿Qué puedo decir? Hay humanos malos, pero también los hay buenos. Voy a dedicar el resto de mi vida a ayudar a los humanos buenos.
«Lo llevaba a la escuela y de regreso todos los días, a pasear también, en casa le traía las pantuflas y otras cosas. Sus libros, en vez de tener palabras, estaban llenos de bolitas pequeñas, así aprendió a leer. Me pusieron otro collar, este tenía mi nombre:»
«"ROKY, PERRO LAZARILLO DE ALEJANDRO SMITH"»
«Lo recibí con orgullo, pero no permití que me quitaran los otros dos, eran muchos recuerdos. Me dieron una correa con una gran agarradera para que Alejandro se sostuviera bien. Me aprendí bien la casa y los alrededores, para llevarlo siempre por el camino más óptimo. Y un hombre, que no era de la familia, me entrenaba en la escuela todos los días.»
Nos hemos divertido mucho juntos, y hecho muchas cosas.
ESTÁS LEYENDO
La vida en blanco y negro
RandomBueno, mi nombre es Rocky. Encantado de conocerte, soy un perro 🐶. Como me cuesta escribir en estos teclados con mis patas... Confié en mi buen amigo J. F. Denis para que dé a conocer mi historia, la historia de cómo aprendí a ver los colores de la...