6 - CONÓZCANME

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«Sinceramente, esa fue la parte que más me alegró escuchar. Elizabeth se bañó, luego se pasó mucho rato poniéndose y quitándose ropa, se miraba en el espejo y luego tomaba otra. Los humanos, especialmente las mujeres, se esmeran en vestirse. La mamá de Danielito era igual, no sé para qué los humanos llevan ropa, con lo fresquito que es andar sin nada. ¡Qué raros son los humanos!»

«Estaba muy ilusionada, me alegraba solo de verla. Llegó la noche, estaba muy linda e irradiaba felicidad. Y yo, normal, un perro con dos collares. Antes de salir, les preguntó a sus padres si iban a estar ahí a su regreso, ya que al otro día ella cumplía años. Ellos le aseguraron que esta vez sí estarían.»

―Rocky, esta va a ser una gran noche. ―me dijo cuando salimos. Ella hablaba así conmigo porque sabía que yo la entendía. Hubiera sido muy lindo si yo también le hubiera podido decir lo que sentía.

«La fiesta no era exactamente en una casa, era en el jardín de una casa, un gran jardín. Había más perros además de mí, era un paraíso. La gente dejaba caer comida al piso; y yo al asecho, esperando ―lástima que no había mini salchichas―. Me mantenía relativamente cerca de Elizabeth. Ella andaba cabizbaja. Me le acerqué, preocupado. Le puse cara de alegría, moví mi cola y le ladré. Le decía que debía disfrutar de la fiesta y hacer nuevos amigos, como ella quería ―aunque seguro no entendía―. Cambió el gesto de su cara, se llenó de confianza.»

―Tienes razón ¡Al diablo las preocupaciones! Estoy en una fiesta.

«Se subió a una mesa que estaba cerca de nosotros, y comenzó a moverse. Poco a poco fue llamando la atención de la gente, que señalaban lo bien que bailaba. Yo nunca he entendido eso de la música, para mí son solo ruidos extraños, pero parece que a los humanos les gusta mucho, algunos se vuelven locos escuchándola. Elizabeth era una de ellas. Muchas veces, en la casa, se ponía a mover el cuerpo.»

«La gente hizo un círculo alrededor de la mesa, la aplaudían y le silbaban, mayormente los chicos. La música paró; ella, sin bajarse, saludó a todos.»

―Yo soy Elizabeth Jones, llevo ocho meses en esta ciudad, pero muchos todavía no saben quién soy ―le dijo a su público―. Solo me molestan y me hacen bromas, ahora ¡Conózcanme!

«¡Con qué valor habló en ese momento! Me sentí orgulloso de ella. Todos guardaban silencio. Dos chicas subieron a la mesa por detrás de ella, una le susurró algo que escuché claramente.»

―De acuerdo, ya te conocimos. ―Vertieron la bebida de sus vasos sobre la cabeza de Elizabeth, y la tumbaron al suelo. Los demás comenzaron a arrojarle sus bebidas también, se reían y la abucheaban.

«Quise hacer algo, pero me sujetaron entre muchos. La lluvia vino a interrumpir ese malvado acto. Todos entraron corriendo a la casa, menos Elizabeth; que se quedó tirada en el suelo, llorando.»

«Me intentaron meter en la casa; pero no sé cómo, me liberé. Creo que forcejeé más que esa vez que me quería librar de la cadena. Los demás perros que estaban en la fiesta se solidarizaron conmigo y alejaron a los que querían atraparme de nuevo ―esos sí son compañeros, los que te ayudan sin necesidad de pedírselo―, les agradecí. Entre la multitud, vi una cara familiar para mí; pero no le hice mucho caso, en ese momento solo pensaba en ella...»

«...sobre lo ocurrido, solo diré que no creí que los humanos fueran así, como me dijo el gato: crueles. Pero esta vez lastimaron a alguien de su propia especie, no lo entiendo, no entiendo a los humanos...»

«Todo el camino de regreso, Elizabeth se lo pasó llorando, yo la miraba afligido. No me hacía caso. Ya había escampado, y la gente la miraba con ojos que se sorprenden y no se apiadan. Llegamos a la casa, entramos por la cocina, ella comenzó a llamar a sus padres desesperadamente. Vio que sobre la mesa había un papel con algo escrito, lo leyó en voz alta.»

"Hemos tenido que salir a trabajar, perdónanos, para cuando te volvamos a ver ya será 11 de octubre. Así que feliz cumpleaños." Mamá y Papá

―¡Pero si ellos me dijeron que estarían aquí, me lo prometieron! ―rugió entre llantos, el reloj de la cocina sonó, doce tonos. Así miden el tiempo los humanos.

«Arrugó el papel en su mano. Se mordió el labio inferior, tan fuerte que sangró. Se tensó tanto, que pensé que iba a explotar. De pronto se relajó, dejó caer el papel y comenzó a reírse. Era una risa rara, no era su forma de reír habitual. Se calmó otra vez, su mirada volvió a cambiar. Pero sus ojos ya no mostraban nada, como si hubiera dejado de sentir.»

La vida en blanco y negro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora