Capítulo 3.

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KURAMA.

Sus labios eran suaves como el algodón de azúcar y su sabor era exquisito, era una mezcla entre fresa y menta, que estaban llevándome a la gloria.
Hacía tiempo me contenía mucho en aceptar lo que siento, pero era inevitable.

Despertar y ver su hermoso rostro fue la mejor experiencia que había vivido, debí suponerlo que también caería ante sus encantos.

Traté de alejarme un poco para no agobiarla, pero sus manos sujetaron con fuerza mi camisa arrastrando me hasta ella uniendonos en otro besó.

Tenía los ojos cerrados y podía sentir el calor de su cuerpo, estába demasiado cerca, las piernas me temblaron hasta sentirlas como gelatina. La solté antes de caer al suelo con ella encima. Ella me miró parpadeante.

.-¿Que te sucedió?.- Su cabeza estaba levemente ladeada y sus ojos parpadeaban bastante, significaba que estaba nerviosa.

.- Perdí la fuerza en las piernas.- Respondí avergonzado. Ella soltó una leve risa.

.- Supongo que han sido muchas emociones en un rato.- Asentí de acuerdo y me puse de pie.

.-Kagome.- La llamé y ella se levantó de su lugar. Sus manos acariciaron mis mejillas y sus rostro ruborizado no dejaba de verme con cariño.

.-Kurama.- Nunca había sentido el corazón desbordado con solo escuchar mi nombre. La abracé fuerte y aspiré su olor a fresas.

.- ¿Quieres ser mi esposa?.- Pregunté decidido, ella se alejo y me miró confundida.

.-Pero ya soy tu esposa.- Respondió con obviedad. Negué.

.- Sí, pero ahora no será actuado.- Asintió de acuerdo. Sonreí feliz atrayendola de nuevo hasta mi. Volví abrazarla dónde le di un beso en coronilla. Podía sentir el latir del corazón de ella, estaba igual de acelerado que el mío, creía que en cualquier momento se nos saldrían del pecho.

Pasamos la tarde en su oficina mientras ella trabaja yo le hacía compañía, en algunas ocasiones la ayudaba en cosas de su trabajo. Asuna me miraba celosa de que había reemplazado su trabajo por lo que tenía tiempo libre.

Kagome era muy divertida, pero en cuanto a se trataba de trabajo era muy responsable y reservada. Eso me hacía admirarla más, eran contadas las veces en que ella había ido a mi oficina, sin embargo, yo venía a menudo a la de ella para no aburrirme en la mía. Me senté cerca de su escritorio y la observé trabajar.

Su vestido negro hacía resaltar el color blanco de su piel y su cabello estaba recogido en una coleta alta haciendo notorio su cuello delgado.
Observé con atención su rostro.
El bello chocolate de sus ojos brillaba con intensidad entre sus rizadas pestañas. Su rostro parecía ser de porcelana, mientras que encima de su piel blanca había unas pecas que le hacían parecer una muñeca, el rosa de sus labios era natural ya que el rojo intenso que había llevado se había adherido a el blanco de mi camisa. Había comprobado que la suavidad de ellos era incluso más delicado de lo que me llegué a imaginar.

Su ceño estaba levemente fruncido mientras leía con atención algunos documentos. Ella llevo la punta del lapicero hasta la comisura de sus labios. Sentí el rostro arder, su imagen era encantadora y algo sensual.  

Su vista se desvió de los documentos hasta mí. Kagome tenía una energía abrumadora y magnética que atraía de una manera inusual. Estaba orgulloso de la mujer en la que se había convertido, cuando íbamos en el bachillerato volvió a pasar la misma situación que en el instituto, eso dejaba claro que Bullying estaba en todos lados. Solo que esta vez ignoraba por completo los malos comentarios y se enfocó en su bienestar antes que en el qué dirán. 

Un amor a nuestra medida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora