kakariko

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Hola Impa, tiempo sin verte.

Dijo él entrando a la casa.

Los ojos de la anciana se abrieron como platos

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Los ojos de la anciana se abrieron como platos. Llevó sus manos a ellos para poder restregárlos. Parpadeó varias veces para cerciorarse de que lo que estaba viendo era real y no uno de los tantos sueños que había tenido cuando aún era joven. Él la miró divertido y caminó hasta donde se encontraba. Para Impa, aquel andar le pareció eterno. Su corazón empezó a palpitar rápidamente y de su frente empezaron a caer grandes gotas de sudor, las cuales limpió con la manga de su túnica.

—Me alegro de ver que te encuentras bien.

Le dijo estando frente a ella. La Sheikah se puso de pie y alargó sus manos arrugadas con la intención de tocar el rostro de Link, pero sus piernas le fallaron debido a la impresión, provocando que se desplomara de inmediato.

—¡Abuela!

—¡Impa!

Dijo él tomándola en sus brazos y evitando su caída.
Ella giró su mirada para encontrarse con la de él, eran los mismos zafiros de hace cien años, aquellos ojos azules que tanto la habían cautivado estaban nuevamente frente a ella.

—¿En...en verdad eres tú, Link?

Preguntó con voz temblorosa. Él sonrió levemente para darle una respuesta.

—Sí soy yo Impa,soy Link y se que tengo que explicarte lo que paso y voy a hacerlo pero

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—Sí soy yo Impa,soy Link y se que tengo que explicarte lo que paso y voy a hacerlo pero...

El jóven no termino de hablar cuando la anciana se había aferrado a su pecho con todas sus fuerzas

—No sabes la falta que hiciste. En el cataclismo perdimos a la princesa y nuestras vidas fueron muy duras sin ustedes. Nunca creí volver a verte, pero estás aquí. ¿En verdad estás aquí?

Le decía entre sollozos y lágrimas. Él correspondió a su abrazo y acariciaba con delicadeza la cabellera blanca de aquella frágil y envejecida mujer con el fin de consolarla. La fragancia de Link la había envuelto en un mar de recuerdos de juventud, cuántas veces deseó estar entre sus brazos y sentir su calor y ahora, cien años después, pudo sentir aunque sea un instante la ternura de aquellas manos que eran capaces de hacer trizas a cualquier monstruo.
Apaya miraba aquella escena llena de asombro, así como de dudas. ¿En verdad aquel joven era el mismo espadachín protagonista de las muchas historias que su abuela le había narrado desde que ella era una niña?
Quería hacerle tantas preguntas a su abuela, pero no quería interrumpirla. A pesar de su llanto, se le notaba bastante tranquila y serena entre los brazos del joven rubio.
Poco a poco, el sollozo de Impa se apagaba, dejando así su pecho. Se limpió los ojos con la manga de su túnica y, con una leve sonrisa, le preguntó:

" Cien años sin ti" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora