★ 18.00

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Había salido de la habitación por un poco de café en la tienda de conveniencia del hotel. Me había quedado todo el día en la habitación, ya que había visitado esta ciudad tantas veces que decidí descansar. En muy poco tiempo debía viajar de regreso. Había conversado con Jimin antes; quería verlo, sí, pero tampoco dejaría que me tratara como él quisiera. Decidí despojarme de esos pensamientos mientras seguía caminando por el pasillo hacia la habitación.

De repente, sentí como alguien, que iba algo apresurado, me tiró el café encima. El líquido caliente empapó mi camiseta y se sintió como si me hubieran vertido fuego líquido en el abdomen. Claro, quién más podría ser sino Jimin. Vi cómo abrió sus ojos, sorprendido, antes de hablar

—Oh, mierda. Lo siento, lo siento, Jeongguk —dijo, tratando de arreglar todo, sus manos temblorosas intentando limpiar el desastre con las mangas de su propia chaqueta.

—Jimin... —comencé, pero él ya me estaba tomando del brazo, jalándome hacia su habitación

—Vamos, vamos. Necesito secarte y revisar si no te has quemado —dijo con una urgencia que no había visto en él antes

Una vez dentro, Jimin cerró la puerta de golpe y se giró hacia mí con determinación.

—Quítate la camisa, esa cosa estaba caliente —ordenó, dirigiéndose al baño—. Voy al baño, traeré algo para limpiarte

Lo observé desaparecer en el baño, escuchando el sonido del agua corriendo. Sabía que estaba exagerando, pero obedecí. Me saqué la camiseta y me senté en la cama, esperando a que volviera.

Jimin finalmente salió con una toallita mojada y otra seca. Se detuvo un momento al verme sin camisa, sus ojos recorriendo mi abdomen hasta encontrarse con los míos. Caminó hacia mí, evitando mi mirada por alguna razón, y comenzó a limpiarme. Pasó la toallita mojada con una suavidad que contrastaba con la urgencia anterior, recorriendo mi piel con lentitud. Evitaba mirarme, concentrado en su tarea, limpiando incluso partes que ni siquiera lo ameritaban. Su mano se deslizó lentamente por mi abdomen, deteniéndose justo encima del cinturón de mis pantalones

—¿Qué pasa, Jimin? ¿Son quemaduras graves o...? —dije, con un tono burlón.

Jimin no contestó. Continuó limpiando, su mirada fija en mi abdomen, sus dedos rozando mi piel con una suavidad que me provocaba. Sus toques se sentían innecesarios, pero cargados de una intención que no podía ignorar. Había una tensión entre nosotros que crecía con cada segundo.

—¿O qué pasa, Jimin? —repetí, esperando una respuesta

Él seguía sin decir nada, sus ojos oscilando entre mi abdomen y sus propias manos, como si estuviera hipnotizado. La habitación parecía encogerse a nuestro alrededor, el aire se volvía más denso, cargado de una energía que hacía que cada segundo se sintiera eterno.

—¿Ahora te ha comido la lengua el ratón a ti? —dije, tomando su mentón y obligándolo a mirarme

Sus ojos finalmente se encontraron con los míos, y en ese instante, todo el juego de provocación se transformó en algo más. Podía ver el deseo reflejado en su mirada, una chispa que encendía un fuego dentro de mí. No había palabras que pudieran describir lo que sentíamos en ese momento; era un lenguaje silencioso, hablado a través de miradas y toques.

one of your girls; km auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora