Capítulo XI - De la Noble y Efímera Subversión

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La nobleza aborreció a Azra con un odio vehemente desde «La Noche del Golpe a la Familia Real»: todos ellos lo consideraron un vil usurpador.

En un primer momento, con el afán de socavar la figura de Azra Mirodi, la «alta sociedad» se circunscribió a esparcir rumores que desacreditaban al nuevo monarca: difundieron que no estaba a la altura del cargo real debido a sus orígenes en Dúblarin Oriental, y que no era más que un sucio e impuro campesino; que Su Santidad estaba amenazado de muerte por él y que por ello estuvo coaccionado a coronarlo como rey; que los dos altos dignatarios, Lord Marcius Lotiel y Lord Aris Crateso, estaban tomados como rehenes por el Usurpador; que él estaba maldito; que practicaba la magia negra en nombre del dios que no debe nombrarse y que devoraba a niños durante las madrugadas a modo de sacrificio para ganarse el favor de aquella oscura deidad, con la finalidad de potenciar su propio poder, y que prueba de todo ello eran las tres rayas negras del lado izquierdo de su rostro y su colosal y enigmático poder...

Ninguna de aquellas calumnias le resultó de utilidad a la nobleza: durante los primeros siete ciclos lunares desde su coronación, el joven monarca de veinte años de edad, tomó sus primeras medidas como rey, medidas que fueron repudiadas por la minoría de la sociedad, pero que fueron bien recibidas por la mayoría: la plebe. El pueblo llano consideró a su nuevo rey como una figura magnánima.

En una de sus medidas más significativas, Azra, abordó la cuestión impositiva a través de un Decreto Real: al enterarse de su consejero la cantidad de tributos que rendía el pueblo llano, decidió aliviar la tasa de impuestos sobre la plebe y, además, rompiendo con las prácticas habituales, inauguró para la nobleza la obligación de contribuir fiscalmente al reino, sector social que hasta entonces nunca había tenido tal deber debido al privilegio que otorgaba su elevado estatus social. No obstante, la medida del nuevo soberano no se detuvo ahí, sino que instaló un sistema de «igualdad entre iguales», basado en la proporcionalidad de la riqueza individual: aquellos con menos recursos pagarían menos y, aquellos de mayor poder adquisitivo, contribuirían con cantidades más significativas. Este decreto irritó sobremanera a la nobleza.

Por otro lado, Azra no olvidó su región de origen: también se ocupó de Dúblarin Oriental, pensando en la importancia de la equidad y el desarrollo conjunto de las dos mitades del reino, teniendo una perspectiva integral y considerada. «Se olvidan de los campesinos quienes son tan parte del reino como las gentes de Dúblarin Occidental; aquella gente más allá del río Bennington que apenas y tiene para comer...», señaló Azra, mientras confeccionaba dentro de la Sala de Audiencias del castillo otro revolucionario Decreto Real junto con Aris y los «escribas reales», eruditos especializados en diversas ciencias, hábiles en el uso de la pluma y el pergamino y cuya misión era asegurarse que el espíritu del monarca quede bien reflejado en sus proclamaciones reales.

Aquel Decreto Real implicó endonar por parte del reino, en cada nuevo ciclo lunar, carnes y vegetales a los campesinos más necesitados de los pueblos de Solánzenor y Villa Costeña. Además, teniendo en cuenta la falta de infantería que experimentaba el reino en los últimos años, se invitaba y estimulaba a los campesinos varones a enlistarse en el Bastión Paladínico, ofreciéndoles alojamiento durante su carrera, considerando la extensa distancia entre las dos regiones de Dúblarin; y asimismo, convocaba a los campesinos a trabajar en la región occidental a cambio de una justa compensación en monedas para suplir la escasez de mano de obra.

Esa decisión también generó indignación en la alta sociedad, acusando al joven monarca de querer mantener a inútiles a expensas de ellos mismos, ahora que pagaban impuestos.

Otro asunto importante del que se encargó el rey Azra Mirodi en sus primeros momentos de reinado fue sobre política criminal. Con el asesoramiento de su consejero y los escribas, decidió aplicar sanciones menos extremas y crueles que su predecesor, mostrándose reacio a recurrir a mutilaciones y decapitaciones de forma tan desenfrenada ante cualquier motivo aparente.

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