Llevaba puesta una armadura improvisada de color amarillo oxidado: su torso estaba protegido por un peto curtido, cosido con hilo grueso y desigual, remachado de forma irregular y adornado con pequeños trozos de metal adheridos toscamente al cuero. Esa rústica defensa ofrecía una protección mínima contra golpes y cortes, además de que no se ajustaba perfectamente a él, dejando algunas áreas de su cuerpo expuestas...; aunque no es como si Azra lo necesitara, pero llevar una armadura propia era un requisito que el Bastión Paladínico les exigía a los aspirantes, y como ni él ni su abuelo tenían monedas, Kitsune tuvo que arreglárselas para fabricarle un arnés humilde y artesanal.
Se encontraba transitando el último período sexlunar de aspirante a paladín, con apenas diecinueve años. Estaba alineado en fila junto a los demás aspirantes, parado con firmeza. Su único amigo, Végrand De Cave, estaba situado a su derecha.
Végrand era un hombre joven de veintidós años, de una elevada estatura de casi dos metros, sacándole casi una cabeza a Azra; de cabello y ojos negros, dientes algo chuecos y de barbita desarreglada. Végrand era rechazado por el resto de sus compañeros a causa de su aspecto físico más llamativo: era de aspecto regordete; robusto, pero obeso.
Igual o incluso más rechazado que él lo era Azra: no porque sus compañeros tuviesen algo personal contra él, sino que en rigor de verdad, era una actitud impulsada por seguirle la corriente a Áladric Battendsor: el Príncipe.
Áladric despreciaba a Azra por ser pobre y, aunque no lo admitiese, además lo envidiaba por sus extraordinarias habilidades. Los demás aspirantes le temían a Áladric: no solo porque él era el más fuerte de todos ellos, sino porque además ostentaba el poder y las influencias que conllevaba ser el hijo del Rey.
Así entonces, mientras el sol, en su descenso hacia el horizonte pintaba el cielo de tonos cálidos que anunciaban la llegada de la tarde en Dúblarin y los aspirantes a paladín seguían en solemne formación, tuvieron que completar el último ejercicio de la jornada impartido por sus instructores con rigor militar: se les ordenó dar una pluralidad de vueltas de manera energética, alrededor de todo el predio, sin bajar el ritmo.
Végrand ya estaba muy cansado y anhelaba que la jornada terminase de una vez: su cuerpo exhausto se reflejaba en la profusa capa de sudor que lo cubría, su lengua pendía fatigada y sus jadeos resonaban con exagerada intensidad, lo cual provocaba las risas burlonas y los insultos por parte del príncipe Áladric y compañía.
A Azra lo irritaba oír que se burlasen de su amigo, pero recordó que Végrand siempre le decía que no valía la pena meterse en problemas por ello, que solo los ignorase como lo hacía él.
Con el ejercicio concluido, la fila se deshizo, y los aspirantes se dispersaron en diferentes direcciones, culminando la jornada en el Bastión Paladínico.
Aquel era el día en que Azra había sido invitado a la morada de Végrand, para que se quedase a cenar y a dormir, y al día siguiente, volverían a su institución paladínica.
—No tienes ni idea del estofado de carne que prepara mi madre, Azra —le contaba Végrand—; te va a encantar.
—Cállate ya. —Lo empuja de forma amistosa, riendo—. Que se me hace agua a la boca.
—Así que Cerdo y Caramanchada estarán juntos esta noche —intervino Áladric con un tono burlesco, escuchando lo que hablaban. El Príncipe, era un joven fornido de cabellera enrulada color café, casi tan alto como Végrand pero mucho más esbelto y musculoso—. ¿Quién de ustedes es el activo y quién el pasivo? —dijo con un tono desdeñoso.
El grupo de aspirantes que estaba con Áladric comenzó a reír despectivamente.
Áladric le había puesto el apodo de «Caramanchada» a Azra para mofarse de él por las tres rayas negras de su cara.
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El Poder de Oikesia
FantasiUn mundo denominado Oikesia, repleto de una pluralidad de seres fantásticos con un sistema de magia basado en el «qí mágico» de los individuos. ¿De qué manera y por qué, el emperador Azra Mirodi, el actual monarca del continente, ha sometido y unifi...