-Algunas flores crecen mejor a la luz de la luna, recuérdalo...-ATTE: Darkhnesss
Quien fuera que había inventado un arma tan destructiva como lo era la alarma en pleno siglo XXI, era para enterrarlo vivo con cincuenta de estas. Tras aplastarla contra la mesita de noche, me dirigí al baño. Necesitaba arreglarme para ir a un restaurante con mi padre, hermana y el fastidioso Leonardo del Monte.
¿Os acordáis de él verdad?Como olvidarlo...
Me metí en la ducha, dejé que el agua resbalara por cada sección de mi cuerpo y después de ver que poco más y conseguía desintegrarme como una pasa, decidí salir de ella. Me arreglé frente al espejo y tras mirarme en él, pensé:
¿Tan difícil era de querer?>No querida Chidra, lo difícil no es quererte, lo difícil es querer entender el porqué y no poder..<
Tras regalarme una última mirada a mí misma salí del baño. Me metí en el gran vestidor que cubría gran parte de mi habitación y escogí un top de encaje negro, junto a unos pantalones de vestir del mismo color. Unos tacones negros de aguja y un bolso a juego. Adoraba el negro, creo que se podía observar.
Me coloqué por último unos pendientes de plata, junto a unos anillos y collar del mismo color, para hacer del look una completa obra de arte... Pero no sin antes olvidarme de mi reloj favorito... la única herencia que me dejó mi abuelo, aparte del legado y el apellido.
Era plata y justo en el centro habían dos piedras grises, dos cristales preciosos, justo del mismo color de nuestros ojos, los únicos Moretti con aquel color, con aquella marca del legado, con la marca del caos y la destrucción...Mi abuelo solía decir, "DESTRUYE O SERÁS DESTRUID@". Él no destruyó y acabó perdiendo en su propia guerra, y todo por no destruir a su único y mejor amigo... las cosas de la vida, ¿no?
Después de todo, la traición nunca viene de un enemigo...
Cuando termine de repasarme una y otra vez en el espejo, baje al salón donde me esperaban mi padre y mi hermana.
- ¿Están listas?- ambas asentimos con la cabeza, pero no se le pasó desapercibido dirigirse a mí como hacía siempre.- Compórtate Chiara, no seas una maleducada y sigue los pasos de tu hermana.- Solo asentí con la cabeza y pude ver la sonrisa de esta reflejada en su cara. Le gustaba ser más que yo, pero más le gustaba saber que nunca sería ella...
Era inútil discutir, por lo que creía que si mantenía la boca cerrada todo saldría mejor. Después de todo a mí me importa una mierda lo que haga o deje de hacer Leonardo del Monte. Ese señor para mí era un cero a la izquierda.
Llegamos al restaurante y tan solo poner un pie en la entrada, sentí el aire pesado, como cargado de una tormenta que estaba apunto de estallar. Pero como había dicho mi padre, sonreí y avancé junto a ellos, al llegar a la mesa donde estaban todos. Me senté y los ignoré de la misma forma que hacían ellos, salvo algunas miradas que me observaban de aquella manera que veía que no venía al caso. En fin, viejos verdes con erección elevada.
- Los he reunido aquí para comentarles una noticia realmente importante para mí.- Del Monte sujetó la mano de mi hermana y el alma se me fue del cuerpo cuando entendí a lo que se refería. Ojo, no sé celos, que va ni mucho menos. Sino, de la berración que podría salir de allí.
¿Acaso quería morir?
Este hombre no era conocido como un marido bueno, gentil, educado y sereno. Todo lo contrario; era conocido por ser un abusador, un agresor psicológico, y para colmo no era un hombre de una mujer, por lo tanto nunca tendrías tu lugar asegurado.

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El infierno del diablo
RomanceSalvatore Ricci haría arder el mundo por ella, mientras que Chidra Moretti estaba dispuesta a hacerlo arder junto a él.. *** - Cuando te vi por primera vez, supe que tú caos sería mi destrucción, pero aún así entendí, que por ti valía la maldita pen...