Capítulo III

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Max Verstappen


Había hecho muchas cosas mal. Muchas estupideces. Y bastantes cosas jodidas también.

Lo que sucedía en ese momento, en cambio, se sentía bien. Acechar a Sergio Pérez me trajo un extraño tipo de paz. Había sido la primera cosa que me había hecho sentir algo bueno en toda mi vida. Era una sensación diferente a todo lo que había sentido antes. 

Como si hubiera en contrado algo que era mío y quisiera aferrarme a ello. O tal vez aquellos ojos cafes se habían apoderado de mi alma empañada y ahora nunca volvería a ser el mismo. 

No sabía si eso era bueno o malo.

Peor aún, se estaba convirtiendo rápidamente en una adicción. Solo le tomó un día, aunque tardé una semana entera en darme cuenta. Sergio y su amiga paseaban por el parque, comiendo unos pistachos y bebiendo vino. Para mí no tenía ningún maldito sentido. A lo mejor era cosa de canadienses. 

Se sentaron en un banco vacío e inclinaron la cara hacia el sol. Fuera lo que fuese de lo que estaban hablando, los labios fruncidos de Sergio se curvaron hacia arriba en una sonrisa cegadora. La sonrisa no era para mí, pero algo me recorrió las venas. Su cabello brillaba bajo el sol de California: tonos negros, castaños y miel en perfecto equilibrio. En el momento en que echó la cabeza hacia atrás y se rio, algo en mí cambió. 

Para mi desgracia, no podía decir si algo se había roto o reparado.

Max Verstappen: [ Chestappen/Perstappen ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora