Capítulo I

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Sergio Pérez


Los hombres son idiotas.

No había nada más que decir. Eran idiotas de mente simple que utilizaban su fuerza física para dominar a las personas o para destruirlas.

En el concurrido bar, a las afueras de Berkeley, se encontraban la mitad de los estudiantes de la Universidad de California - Berkeley. Excepto mi mejor amiga, para mi consternación. Ella estaba siendo responsable. Yo no lo estaba.

Las ofertas a mitad de precio de los jueves por la noche atraían a las multitudes y no pude resistirme. Música alta, gente ruidosa. Risas. Me encantaba el ambiente, excepto cuando los imbéciles que no conocían el significado de "no" insistían en ser persistentes.

—Deja al chico en paz. —Se rio una de mis compañeras. Rebeca era su nombre. Simple. Feliz. Nada oscuro en su pasado y probablemente tampoco en su futuro. Era una buena persona—. No ves que no está interesado.

Ella me guiñó un ojo y sonreí agradecido. Quizás mi mejor amiga tenía razón. Estar rodeado de universitarios borrachos y cachondos era demasiado para un jueves por la noche. Empezaba a arrepentirme de no haberme quedado en casa estudiando. O al menos de ver una película mientras carola estudiaba.

—Dame tu número —repitió el chico de la fraternidad.

Mis ojos lo recorrieron. Una fea gorra de béisbol. Una camiseta de cuadros rojos y blancos. Y unos jeans que amenazaban con caerse de sus caderas.

—No.

Ni siquiera me molesté en ofrecerle una sonrisa. El tipo era un maldito idiota. Y grosero. Lo vi agarrarle el culo a una chica mientras caminaba hacia aquí. Por la forma en que se pavoneaba como un jodido pavo real, uno pensaría que era un campeón. Algo que vale la pena mirar.

—Te llevaré a cenar.

—¿En serio? —Fingí emoción—. Bueno, en ese caso... aun así, no.

Escuché algunas risitas alrededor, pero no me molesté en reconocerlas. Ni a él. Dejando a un lado a este imbécil y su actitud, yo no reaccionaba ni funcionaba precisamente como la mayoría de las personas normales. Lo intenté, pero mi padre me rompió incluso antes de mi adolescencia. Así que ahora el objetivo era actuar con normalidad, superar el miedo a ser tocado y disfrutar de mis años universitarios como cualquier otro chico.

Dándome la vuelta, mis ojos recorrieron el lugar. Un montón de caras conocidas del campus. Y un montón de caras desconocidas.

Después de reprobar el primer semestre, carola se tomó sus estudios más en serio. Yo también, pero empezando mañana a primera hora. Esta noche, quería divertirme un poco.

Volví a mirar a mí alrededor, sintiendo cómo se me erizaba el vello de la nuca. Mi ritmo cardíaco se aceleró y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Pero no sabía por qué. No vi a nadie mirando hacia mí. Excepto este idiota engreído. Pero él no era el causante de esta reacción.

—Me gustas. —Parpadeé. El beisbolero idiota rojo seguía aquí—. Tengo dinero.

—Tienes que estar malditamente loco —espeté.

Este era exactamente el tipo de personas que me disgustaba. El tipo de hombre que dejaba un mal sabor de boca. Algo así como mi padre para mi madre.

Los sonidos de una conmoción y voces nos hicieron girar la cabeza en su dirección, atrayendo nuestra atención. Mis ojos se abrieron en el momento en que lo vi. Problemas. Esa fue la primera palabra que vino a mi mente. La segunda, que era peligroso.

Max Verstappen: [ Chestappen/Perstappen ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora