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CUARTO ACTO: VENGADOR.

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En el hospital, los doctores llevaron a Ash presurosos a emergencias, donde se le realizó un lavado gástrico las siguientes cuatro horas, que resultaron largas, tormentosas y llenas de congoja e incertidumbre para Blanca y sus fieles hombres.

Horas antes, mientras Nezumi leía desde la comodidad de su sofá, tratando de ignorar el hecho de que muy probablemente en ese momento Ash y Eiji estaban juntos como habían acordado, una alerta de movimiento inusual se disparó, detectada por el pequeño robot que custodiaba las afueras del departamento del rubio. Estaba ahí a sabiendas del rubio, y era como una cámara más en el edificio, a la cual solo Nezumi tenía acceso.

Al principio consideró no atender, teniendo casi por seguro que no era más que los enredos de aquel "par de enamorados" —o al menos eso creía— besándose en el pasillo, cosa que, por supuesto, no deseaba ver. Pero la insistencia de esa luz roja en el computador terminó acuchillando su curiosidad, por lo que, con un gruñido de evidente molestia, se puso de pie y prendió la pantalla para observar lo que su ratón estaba captando.

Esperaba cualquier cosa, menos una situación de vida o muerte. Abrió sus ojos con una mezcla de temor, sorpresa y confusión a lo que veía, y sin pensarlo, la impresión lo hizo jalar por la boca un poco de aire a sus pulmones, como queriendo regresar su alma al cuerpo.

¿Por qué?

¿Por qué Ash estaba en brazos de Blanca, teniendo espasmos cada vez más violentos?

¿Por qué lo esperaban una camilla y enfermeros en el elevador?

No era necesario que se lo preguntara tanto, pues aunque fuera difícil de admitirlo, pudo reconocer al instante que el rubio estaba intoxicado.

Pero ¿cómo fue que pasó esto?

Siguió cada movimiento mostrado en la pantalla con el entrecejo fruncido, debatiéndose entre quedarse a mirar hasta que pudieran estabilizar a Ash, o correr a hacer maletas y tomar el próximo vuelo a Nueva York.

Mientras observaba, llamó a Inukashi solicitando su ayuda para conseguir un boleto de avión para más tardar esa misma noche. Fueron instrucciones claras y breves, así que no duró más de diez segundos antes de dar la llamada por concluida.

El ratón se trepó al hombro de Blanca, quien lo percibió y no hizo nada por quitárselo de encima puesto que ya sabía que se trataba de Nezumi.

A pesar de que Ash estaba tan familiarizado con el dolor como él, cuánto hubiera dado Nezumi por cambiar de lugares, y soportar los estragos del veneno en su lugar. Se había olvidado de todo. De su renuencia por corresponder a los sentimientos de Ash, de sus celos y de su orgullo que le impedía reunirse con él en Nueva York.

En este momento era más importante saber que Ash estuviera bien, necesitaba escucharlo reír aunque fuera a lado del estúpido Eiji. Si eso significaba su felicidad, él no se interpondría y hasta sería capaz de celebrarlo con él. Mientras el vuelo continuaba, él pensaba en lo irónico de la situación. Hace unas horas odiaba su risa a lado de Eiji y ahora lo anhelaba. Hizo una promesa al viento: si Aslan se reponía, encontraría en él al mejor amigo que pudiera desear. Quería tenerlo en su vida, eso era lo único seguro en su cabeza en ese momento. Inukashi tenía razón; es desgarrador perder a quien amas y por su maldito orgullo también a él lo alejó sin siquiera darle una oportunidad. Quizá si no hubiera titubeado tanto, pudo haber sido capaz de pelear por él ante Eiji y solo quizá pudiera haber sido ganador ante el corazón del rubio. Pero no, no le permitió acercarse. En cada paso que dio el rubio para acercarse él, corrió en la dirección contraria como la asustadiza y tonta rata que sigue siendo...

Ese vuelo fue interminable, peor que el anterior. Ansiaba con todas sus fuerzas estar a su lado, saberlo bien, verlo abrir esos bellos ojos jade otra vez.

Sólo había algo que distraía su mente de esa angustia desbordante; y eran esas ansias atroces de tener al culpable y ahorcarlo con sus propias manos, tal vez sólo después de torturarlo, y no un poco, se le antojaba una tortura lenta y ¿por qué no admitirlo? placentera en ese momento.

En Nueva York, Blanca había dejado a Ash al cuidado de otros colegas guardaespaldas en quienes confiaba. El joven jefe había estado en terapia intensiva durante cuatro horas, antes de recibir la noticia que tenía a todos con el alma en un hilo: pudieron salvar a Aslan, y se encontraba fuera de peligro. Pero debía seguir un proceso estricto de recuperación, y dado su historial de ponerse en riesgo y escapar de los hospitales, se decidió que la mejor opción era mantenerlo en coma inducido por al menos, tres días.

Tras recibir esta noticia, Blanca, Shorter y Max que se encontraban en la sala de espera, se liberaron de esa pesada carga que soportaban sus hombros al haber creído que habían perdido para siempre a su fiel amigo. Fue como si por fin el doctor les hubiese dado permiso de respirar de nuevo.

Les permitieron pasar a verlo, lo que les resultó en una experiencia un tanto desconcertante. Era como ver a un majestuoso tigre herido y sedado. Había en ese cuadro una tranquilidad en Ash que resultaba inusual, y por lo mismo, muy inquietante.

Max se fue tras la visita, y Shorter y Blanca fueron al departamento de Ash, para interrogar a Eiji de la procedencia de esa botella de vino, y en busca de la carta que el rubio había redactado con las instrucciones de qué hacer en caso de verse temporalmente indispuesto.

—Justo ahora que estaba logrando estabilizar Nueva York. —dijo Shorter, con pesar. —Es en este punto preciso que si no se hace lo justo, Ash podría perder todo lo que ha construido, y llevarnos a todos nosotros con él...

—Estoy seguro de que tomó la mejor decisión para evitar que eso suceda. Ya no es el mismo joven de diecisiete años que perdió la lucha contra Dino. Ha madurado. Y sus habilidades como estratega han mejorado mucho a raíz de que conoció a la señorita Eve.

Shorter tenía cientos de preguntas, y a la vez no se sentía con los ánimos necesarios para hacer ninguna.

Al llegar al departamento, interrogaron a Eiji, quien estaba preocupado por su amigo y todo en él gritaba que era inocente.

Sólo hubo una parte interesante en su relato, y es que mencionó que luego de comprar el vino, trataron de robarle en el metro.

El transporte iba más apretado que de costumbre y sintió que quisieron quitarle el teléfono de la bolsa trasera del pantalón. Esto hizo que descuidara la botella de vino y aprovecharon para inyectar el veneno rápidamente con una aguja resistente a través del corcho. No fue difícil saber que Ash iba a ingerirlo. Después de todo, lo habían acordado antes por mensaje.

Y por eso los jefes de la mafia no deben tener planes ni rutinas.

Eiji se marchó con pesar, fue a hacerle una visita a su amigo al hospital, y el otro par se quedaron en el departamento.

El compartimento secreto del departamento de Ash era conocida sólo por ellos dos, y por Max. Era la tapa de su escritorio, tan delgada y tan a la vista, que a nadie se le ocurriría buscar ahí.

Guardaba bajo truco aquello que era más privado para él: documentos, certificados, seguros, pendrives, contraseñas, y recientemente había unido su testamento actualizado, y por supuesto, la carta que estaban buscando.


𝗕𝗔𝗡𝗔𝗡𝗔 𝗦𝗜𝗫 [Nezumi x Ash Lynx]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora