𝗕𝗔𝗡𝗔𝗡𝗔 𝗦𝗜𝗫 [Nezumi x Ash Lynx]

3.4

TERCER ACTO: HUESOS Y CARNE.

3.4

Era un cálido día en Nueva York. Ash había salido en compañía de Shorter, Max, Jessica, Bones, Kong, Alex y, por supuesto, Blanca. Como en los viejos tiempos, vestía la ropa de Chris y se paseaba relajado en compañía de sus allegados. Ahora era el Rey de esas limpias calles. Era como caminar descalzo sobre un piso recién trapeado. Nezumi no lo haría, y de hecho, juzgaba su actuar a través de los ratones. El mismo Blanca trató de decirles que no se confiaran tanto aún, pero Shorter mencionó que tenían todo bajo control, y que "no arruinara la sorpresa".

Llevaron a Ash a las afueras de la biblioteca pública, donde un joven fotógrafo japonés de gafas redondas lo estaba esperando.

—¡Eiji!

Al verlo, el mundo dejó de existir. Corrió hacia él, y lo abrazó fuertemente, sin poder evitar llorar. Cuánto lo había extrañado.

Eiji reía con alegría, palmeando la espalda del rubio y balanceándose con él de un lado a otro, como diciéndole a un bebé que se tranquilizara. Él también lo había echado de menos.

Ash se separó de él, se limpió las lágrimas, y permitió que el resto fuera a saludar al chico japonés. Le llenó de alegría verlo, de paz y de calidez. Pero...

Había algo distinto ahora.

Había sido como reunirse con Shorter, Skipper o incluso con Griffin.

No sentía por él lo mismo que sentía por Nezumi, era un amor distinto, más fraternal.

Cuando el susodicho miró esto a través de sus cámaras, la nuca le punzó y se mantuvo mirando todo con el ceño fruncido. Él sabía bien quién era Eiji, y lo que había significado para Ash hacía casi diez años. Él era su "Shion", por llamarlo de alguna manera.

—Mh... —dejó caer su cabeza hacia las palmas de sus manos, sosteniéndola y negando con ella, como fingiendo que de pronto una fuerte cefalea lo había atacado.

Se paró y fue por el botiquín por un medicamento, teniendo que ponerse de cuclillas para revisar la caja. Iba a suspirar, pero se mordió el interior de las mejillas para evitarlo, y cuando tuvo en sus manos las aspirinas, al ponerse de pie se golpeó en la cabeza con la pequeña puerta de la alacena, que había dejado abierta para sacar el botiquín. —¡Maldita sea! —gritó y, tan molesto que asustó a Hamlet y Cravat, azotó la puerta de tal forma que hizo que el vidrio que contenía se rompiera con el impacto.

Horas más tarde, en el departamento, los únicos sobrios eran Ash, Eiji y Blanca. El moreno no estaba interesado en unirse a la charla, por lo que permanecía sentado en el escritorio de Aslan leyendo a Hemingway. Max y su familia ya se habían marchado, y el resto dormían borrachos en el sofá. Ash los había acomodado boca abajo para evitar que alguien terminara en tragedia.

—Entonces, ¿Te casas? —retomó el tema Ash, una vez que estuvieron a solas.

—Sí. El mes que viene. —reiteró Eiji, apenado. Ash se sonrió. Le alegraba saber que iba a empezar una familia.

—Es por amor, ¿verdad?

—¡Claro! Yo... Es... Es raro, ¿sabes? Pero siento que estamos hechos el uno para el otro. Ella es muy lista, demasiado, diría yo. Y es atrevida y... A la vez es ruda, pero muy dulce...

—Suena como un buen partido para ti. ¿Cuál es su nombre?

—Safu.

—Safu... Es un nombre curioso. —habló Ash, y dio un trago a su cerveza. —Y... ¿Está buena? —Eiji se echó a reír.