Encuentro con el Destino

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El día de la exposición privada se acercaba, e Izuku se encontraba en una tienda de venta de trajes, buscando algo adecuado para la ocasión. Estaba decidido a causar una buena impresión en Bakugou y mostrar su aprecio por la invitación.

Mientras recorría las filas de trajes, Izuku se sentía abrumado por la cantidad de opciones. Ninguno parecía encajar perfectamente con lo que imaginaba.

—¿Puedo ayudarte en algo? —una voz firme y segura lo sacó de sus pensamientos.

Izuku se giró y se encontró con un joven de cabello rubio y expresión decidida. No lo reconoció de inmediato, pero había algo en su presencia que lo hacía sentir cómodo.

—Eh, sí, gracias. Estoy buscando un traje para una exposición, pero no estoy seguro de cuál elegir —admitió Izuku con una sonrisa nerviosa.

El joven rubio, que no era otro que Bakugou, asintió y se acercó a las perchas, examinando los trajes con ojos críticos.

—Vamos a ver... necesitas algo que resalte, pero que no sea demasiado llamativo. ¿Qué te parece este? —dijo, señalando un traje de un verde oscuro elegante, con detalles sutiles en dorado.

Izuku lo miró, sorprendido por lo bien que se veía. Tomó el traje y fue a probárselo. Al salir del vestidor, se miró en el espejo y sonrió, sintiéndose más seguro.

—Te queda perfecto —dijo Bakugou, asintiendo con aprobación—. Resalta tus ojos y tiene un toque de elegancia sin ser demasiado ostentoso.

—Gracias, de verdad. Me gusta mucho. ¿Cómo te llamas? —preguntó Izuku, queriendo agradecer adecuadamente a su ayudante.

—Katsuki —respondió Bakugou, omitiendo su apellido por el momento—. ¿Y tú?

—Soy Izuku. Es un placer conocerte, Katsuki.

Bakugou asintió, sintiendo una conexión instantánea con Izuku, aunque no comprendía del todo por qué. Se despidieron con una sonrisa, cada uno sin saber que ya habían intercambiado cartas y admiración a través de sus obras de arte.

Mientras caminaba de regreso a su estudio, Bakugou se sintió inspirado por el encuentro. La imagen de Izuku probándose el traje quedó grabada en su mente, y la idea de una nueva pintura comenzó a formarse.

Al llegar a su estudio, tomó sus pinceles y comenzó a trabajar en un nuevo lienzo. La imagen de un bosque verde y frondoso cobró vida bajo sus manos, cada árbol y hoja capturando la energía y la frescura que sentía al recordar su encuentro con Izuku. Era una obra diferente a las anteriores, llena de vida y esperanza.

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El día de la exposición privada finalmente llegó. Izuku, vestido con el traje que Katsuki le había ayudado a elegir, llegó al lugar con el corazón latiendo con fuerza. Al entrar, sus ojos buscaron inmediatamente las pinturas de Bakugou, y una nueva obra capturó su atención: un bosque verde y frondoso, lleno de luz y vitalidad.

Mientras admiraba la pintura, una voz familiar lo sacó de sus pensamientos.

—Me alegra que te guste —dijo Bakugou, acercándose a Izuku con una sonrisa.

Izuku lo miró, sorprendido y emocionado al mismo tiempo.

—Katsuki... ¿Tú eres Bakugou?

Bakugou asintió, con una sonrisa algo tímida.

—Sí, y tú eres Izuku, mi admirador y ahora amigo en el arte.

Ambos se quedaron en silencio por un momento, contemplando la obra que había sido inspirada por su encuentro en la tienda de trajes.

—Tu nueva pintura es maravillosa. Transmite tanta vida y esperanza —dijo Izuku con sinceridad.

—Me inspiraste tú —admitió Bakugou—. Nuestro encuentro fue la chispa que necesitaba.

Izuku sonrió, sintiendo una conexión aún más profunda con el artista que había admirado desde lejos. Sabía que este era solo el comienzo de una amistad y colaboración que prometía ser tan vibrante y rica como las obras que creaban

Cuando el día había llegado a su fin, pero para Izuku y Bakugou, el encuentro era el inicio de algo nuevo y emocionante. Mientras los asistentes se despedían y la galería se vaciaba, Bakugou e Izuku se quedaron hablando, compartiendo más sobre sus vidas y sus pasiones por el arte.

—No puedo creer que estemos aquí, hablando después de todo este tiempo intercambiando cartas —dijo Izuku, sonriendo.

—Sí, es surrealista —respondió Bakugou—. Me alegra haber tenido la oportunidad de conocerte en persona, Izuku.

—Lo mismo digo, Katsuki. —Izuku miró la pintura del bosque verde y frondoso—. Esta obra... realmente capta algo especial. Me inspira.

—Me alegra escucharlo —dijo Bakugou, sintiendo un calor en su pecho al escuchar las palabras de Izuku.

Decidieron caminar juntos por la ciudad, continuando su conversación. Se sentían extrañamente cómodos el uno con el otro, como si fueran amigos de toda la vida.

—¿Sabes? —dijo Izuku mientras caminaban por un parque—. Siempre he admirado cómo puedes transmitir tantas emociones a través de tu arte. Cada pincelada parece tener un propósito.

—Gracias. Intento poner todo de mí en mis obras. Y tú... me inspiras a ser mejor —admitió Bakugou, deteniéndose para mirar a Izuku a los ojos—. Nuestro encuentro en la tienda de trajes... cambió algo en mí.

Izuku sonrió, sintiendo una conexión aún más profunda con Bakugou. Caminaban en silencio, disfrutando de la compañía del otro.

—¿Te gustaría venir a mi estudio algún día? —preguntó Bakugou—. Me encantaría mostrarte más de mis trabajos y quizás trabajar en algo juntos.

—¡Me encantaría! —respondió Izuku, sus ojos brillando con entusiasmo—. Sería un honor para mí.

A partir de ese momento, comenzaron a verse con más frecuencia. Izuku visitaba el estudio de Bakugou, donde ambos compartían ideas y técnicas, aprendiendo el uno del otro. La colaboración entre ellos floreció, cada uno inspirando al otro a crear obras aún más impresionantes.

Una tarde, mientras estaban en el estudio de Bakugou, Izuku observaba cómo el sol se ponía, llenando la habitación de una luz dorada. Bakugou, concentrado en su lienzo, levantó la vista y vio a Izuku, su rostro iluminado por los últimos rayos del sol. En ese momento, una idea para una nueva pintura surgió en su mente.

—Izuku, quédate ahí —dijo Bakugou, tomando rápidamente su paleta y pincel—. Necesito capturar este momento.

Izuku se quedó quieto, observando cómo Bakugou trabajaba con fervor. Cada pincelada parecía infundir vida en el lienzo, capturando la esencia de Izuku y la magia del atardecer.

Cuando terminó, Bakugou se apartó y miró la pintura con satisfacción. Izuku se acercó, admirando el retrato que Bakugou había creado.

—Es... increíble, Kacchan —dijo Izuku, emocionado—. Nunca había visto algo así. Has capturado más que una imagen; has capturado un sentimiento.

Bakugou sonrió, sintiendo una profunda gratitud y conexión con Izuku. Sabía que su colaboración no solo había mejorado su arte, sino que también había enriquecido sus vidas de maneras que nunca hubieran imaginado.

La relación entre Izuku y Bakugou continuó creciendo, no solo como artistas, sino también como amigos y, quizás, algo más. Cada nuevo encuentro y cada nueva creación los acercaba más, construyendo una relación que prometía ser tan duradera y vibrante como las obras que creaban juntos.

Pinceles y Pasiones: Amor en ColorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora