Un patrullero con la sirena abierta había aparecido por la calle, y a Vivianne le extrañó que se detuviera justo frente al restaurante. Un par de agentes de policía se bajaron del vehículo y entraron, preguntando por ella.
—Soy yo… —alcanzó a murmurar.
—Queda usted detenida bajo el cargo de complicidad en el secuestro del señor Tian YunKai. Acompáñeme, señorita.
—¡Esperen! —exclamó Vivianne mientras intentaba sacar su teléfono del bolsillo, para llamar a su novio—. ¡Debe haber un error! ¡Yo soy la prometida de Tian YunKai!
No la escucharon. Mientras uno la esposaba y le decía sus derechos, el otro le quitó el aparato:
—Su celular queda confiscado para pericias. En la comisaría se le dará derecho a una llamada.
***
YunKai y su padre estaban en la oficina, revisando los documentos de embarque de un cargamento de telas recién llegado de China. La secretaria del mayor apareció, sin aire:
—Señor Tian… —Su voz parecía temblar—, la policía está afuera…
Yunkai levantó la vista de sus papeles para fijarse en ella:
—¿La policía…? —Pero no tuvo tiempo de esperar una respuesta: dos agentes entraron a la oficina, y se fueron directo hacia su padre:
—Señor Tian, queda usted detenido bajo el cargo de autoría en el secuestro del señor Tian YunKai. Voy a leerle sus derechos…
—¡¿Qué hiciste?! —exclamó el mayor, y trató de tomar a su hijo por el cuello. Un policía lo sujetó de los brazos con un movimiento firme, y le puso las esposas—. ¡Suéltenme!
—¡Yo no hice nada, papá! —exclamó YunKai—. Oficial, ¡yo soy Tian YunKai, y no estoy acusando a mi padre de ningún secuestro! ¡¿De dónde sacaron eso?!
El señor Tian tuvo que salir de la empresa esposado, delante de todos sus empleados. Insultó a los gritos a su hijo, ese traidor. Pero cuando, horas después, su abogado fue a verlo a la cárcel, le confirmó que Yunkai le decía la verdad: la denuncia no la había hecho él, sino Angeline.
La madre de Yunkai se había asesorado bien: desde Calais, y en secreto, fue reuniendo pruebas en contra de su ex esposo y sus cómplices: los dos guardaespaldas y Vivianne. Había consultado con médicos psiquiatras acerca de la negativa de su hijo a denunciarlos, y ellos le hablaron del Síndrome de Estocolmo, una patología psiquiátrica en la que los privados de libertad creaban fuertes lazos con sus captores. Yunkai nunca había recibido terapia pero, por su comportamiento, podía padecer ese síndrome.
***
Yunkai fue a ver a Vivianne a la cárcel. Al verlo, la chica golpeó con desesperación el vidrio blindado que los separaba, y la guardiacárcel le gritó:
—¡Orden! ¡¿Quiere que se acabe la visita ahora mismo?!
—Lo siento… —Vivianne se había vuelto repentinamente humilde: todo allí la asustaba, desde las policías femeninas, que tenían un trato grosero, hasta sus compañeras de reclusión, que parecían agresivas y peligrosas:
—¡Por favor, Yunkai! —le rogó—. ¡Sácame de aquí!
Su novio parecía tan desesperado como ella:
—¡Te juro que estoy haciendo todo lo posible! Ya contraté al mejor abogado para que te defienda, pero parece que la persona que te denunció tiene pruebas en tu contra…
—Pero, ¿quién fue?
—No lo sé. Pero no te preocupes: el abogado está trabajando, y tendrás la mejor defensa posible cuando comience el juicio.
—¡¿Juicio?! —Vivianne se horrorizó: si tenía que quedarse en la cárcel hasta que hubiera un juicio, iba a pasar varios meses en ese espantoso lugar. Pero YunKai no tenía otra opción para ella. Antes de despedirse, se dio un beso en la mano y la apoyó contra el vidrio blindado, y le dijo que la amaba.
***
YunKai fue a ver a su padre a la cárcel, y lo encontró como un tigre enjaulado:
—Papá, ¿estás bien?
—¡No! ¡No estoy nada bien! ¡Esa maldita de tu madre…!
—Lo siento papá. Intenté declarar a tu favor, pero dicen que mi testimonio no sirve porque puedo tener una enfermedad psiquiátrica por el secuestro…
—¡¿Una enfermedad psiquiátrica?! ¡Un cuerno! ¡Estás mejor que nunca!
—Lo sé, papá. Yo estoy muy bien; no tengo nada.
—Tienes que cuidar los negocios hasta que salga, hijo. ¡Pronto se aclarará todo, y la maldita de Angeline se las verá conmigo!
—Sí, papá.
YunKai salió de la cárcel y se subió a su auto. Manejó distraído, hasta que se dio cuenta de que había llegado a la antigua calle de piedra que recorría con Jiang, años atrás. Se bajó del auto y se sentó en un viejo banco, bajo una de aquellas ventanas llenas de flores que llenaban el aire de perfume, con su teléfono en la mano:
—¿Mamá? Soy yo.
—¡Kai! ¿Estás bien, hijo?
—Sí, mamá. Todo está saliendo según el plan…
Angeline había esperado con paciencia la llamada de su hijo, que no se había comunicado por meses, para no ser descubierto por su padre mientras se transformaba en su hombre de confianza y recolectaba pruebas en su contra. Tenía dos objetivos: meterlo a la cárcel junto con sus cómplices, y destruir la empresa para quitarle poder si algún día lo liberaban. Pero para eso la necesitaba a ella: Angeline había sido su sombra y la única que sabía la verdad. A nadie más le había dicho nada, ni siquiera a Jiang, porque sabía que nunca iba a permitírselo. Pero él debía detener a su padre como fuera, para garantizar la seguridad de los suyos.
—Nunca te van a relacionar con la denuncia, pero van a hacerte una pericia psicológica para confirmar el Síndrome de Estocolmo.
—Lo sé, y ya leí bastante sobre el tema. Voy a defender muy bien a mi padre; total, ya estoy acostumbrado a renegar de las cosas en las que creo. Ésta será la última, mamá, y después seré libre.
—¿Vas a hablar con Jiang?
YunKai observó el gajo de una de las plantas que colgaba sobre su cabeza, desde un balcón. Tenía flores blancas, y un pequeño colibrí se había acercado a beber su néctar. Jiang no sabía nada de los colibríes:
—No, mamá. Él nunca va a perdonarme.
Vivianne nunca había entrado en los planes de YunKai. También quería enviarla a la cárcel, pero lo tomó por sorpresa que su padre justo la eligiera a ella como su futura nuera, sin consultarlo. Cuando aceptó, como había tenido que aceptar todo lo que él le ordenó, para mantener su farsa, se rompió por dentro: iba a ganarse el odio eterno de Jiang. Pero no tenía más remedio que obedecer.
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Los enemigos (Finalista Wattys 2024)
RomanceUn francés pansexual y de espíritu libre, capaz de hacer cualquier cosa cuando quiere conquistar a alguien, se encuentra con un chino rígido, con novia y apegado a las reglas. Entre ellos va a nacer una historia de amor imposible, por un secreto que...