Cuando Tatiana y Juli salieron del Palacio, pusieron rumbo directo hacia el Pub Ebrietas con el objeto de reunirse con Estefany. Tatiana exhibía un estado de ánimo taciturno, sobre todo si se establecía una comparativa con la alegría de unas horas antes. Era cierto que no había esperado que Berta le pidiese perdón, especialmente conociendo su personalidad arrogante y orgullosa. Sin embargo, lo que le resultó más doloroso fue el completo silencio del poco rato que habían compartido juntas, la tensión creciente en la mesa junto a sus acompañantes y que en el además de irse con Juli, tampoco se dignara a dirigirle la palabra.
A pesar de todo, suponía que aquella situación no iba a prolongarse mucho más. Ya fuera Berta o ella misma, acabarían rompiendo el hielo y hablando de lo ocurrido. Tatiana, como siempre, acabaría cediendo y quedaría una vez más supeditada a los volátiles designios de Berta.
—Oye, ¿estás bien? ¿Necesitas hablar? —preguntó Juli al notarla alicaída.
—No merece la pena, Julio, tranquilo.
Juli se ruborizó al escuchar su nombre completo, pues solo sus progenitores se dirigían a él en aquellos términos. Inmediatamente después de ruborizarse, se detuvo en mitad de la vía pública y miró a Tatiana con decisión, diciéndole:
—Claro que merece la pena. En este poco tiempo hemos congeniao mu bien y me da rabia verte mal, así que, cuando tú lo creas necesario, estaré aquí pa escucharte, ¿de acuerdo?
En ese momento, la sonrisa de Tatiana se iluminó, ya que se estaban encendiendo las farolas, retrocedió unos pasos hasta la posición en la que Juli se había quedado quieto y lo rodeó con sus brazos en un cálido y reconfortante abrazo.
—Gracias —susurró con una voz quasi quebrada— pero sigamos adelante, seguro que a lo largo de la noche me voy encontrando mejor.
De esa forma, reemprendieron la marcha hacia el Pub Ebrietas, en cuya terraza ya se encontraba Estefany en la compañía masculina de Monchi y Sergio.
—¡Vamooooooooooooooos! —exclamó a pleno pulmón Estefany mientras señalaba su muñeca izquierda con el dedo índice de su mano derecha, tratando de comunicar mediante el gesto que llegaban tarde.
—¡Lo bueno se hace de esperar! —contestó Juli desde la lejanía. Aprovechó también para dirigirse a sus amigos—. ¿Cómo va la noche, chavales?
—Muy bien —dijo Monchi— aquí parlamentando y reflexionando algunas cosillas importantes. ¿Tú, Juli, crees que el Madrid fichará a Mbappé este año?
Juli soltó una carcajada mientras Tatiana saludaba tímidamente a los presentes. Estefany puso especial énfasis en su saludo:
—Tatiiiii, tengo aquí un libro que te va a encantar; después de las preguntas de esta tarde me he dado cuenta de que tenía uno aquí en Miranda que te va a flipar. ¡Ya verás!ç
—Oh... ¡Gracias! Luego me lo enseñas, que vamos Juli y yo a pedirnos algo.
—¿Has cenado ya? ¿Quieres que compartamos algún pincho?
—Algo he cenado, sí, pero tampoco tenía mucha hambre...
—Bueno, entonces lo de la cena lo dejamos para otro día.
Tras esta conversación, Juli y Tatiana se adentraron en el Ebrietas. Los chillones neones azules deslumbraron los ojos verdes de Tatiana que, por acto reflejo, envió su mano izquierda a proteger su vista. En el pequeño antro sonaba a todo volumen una canción de Pantera, lo cual impedía el óptimo discurrir de las conversaciones de los allí presentes.
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Aceros inoxidables
RomanceBerta y Tatiana son dos amigas de la facultad que deciden pasar un periodo estival de recreación en Miranda del Valle, un pequeño pueblo rural donde todas las habladurías y leyendas populares hablan de un personaje tradicional: el afilador.