Freen suspiró, deteniéndose frente a aquel enorme local.
"Becky's Garage" se leía en grandes letras de color azul. Casi llegando al pueblo, su batería se había arruinado y se encontró maldiciendo en todos los idiomas posibles, aunque estaba consciente de que aquello le había ocurrido por despistada, ya que en el momento de hacerle el servicio simplemente dijo "luego".
—Maldición, Sarocha Chankimha, eres una imbécil —habló bajito para sí misma.
La grúa bajó su vehículo frente a la puerta y allí pagó, agregándole algo así como quinientos dólares demás al conductor.
—Señorita, aquí hay dinero de más... —separó los billetes, dispuesto a devolverlos.
—Es para usted —le dijo—. Su trabajo es realmente importante, si no fuese por usted, seguiría varada en la carretera —explicó—. Tómelos, por favor —el señor la miró asombrado, aun así agradeció y los tomó, para después irse.
Lo cierto es que la señorita ingeniera civil, Freen Sarocha, había acumulado demasiado dinero, con el que podrían vivir sus hijos, sus nietos, bisnietos y lo que les seguía. A sus veintiséis años, tenía un historial completamente limpio, desde sus estudios hasta su trabajo; y aquello la hacía muy feliz, porque era el trabajo de sus sueños y ponía todo de sí en cada una de sus obras.
Se destacaba en lo que hacía, porque ante todo tenía un profesionalismo digno de admirar. Aunque no era tan profesional con su vida privada. En realidad, eso era lo más desastroso que tenía.
Tocó el enorme botón rojo que era el timbre y esperó pacientemente a que la atendieran. Eran las diez de la mañana de un domingo nublado y frío, su nariz estaba roja y sus pies tiritaban.
—B-buenos días... —saludó cuando la puerta pequeña se abrió y de allí salió una mujer alta y músculos marcados, con pantuflas y un café en mano. Tuvo que mirar hacia arriba porque le sacaba una cabeza y un poquito más.
—Buenas —dijo secamente—. ¿Qué necesitas?
—Mi batería se descompuso y quisiera saber si podrías arreglarla —usualmente hablaba muy fluido y no solía ser muy tímida, pero la mujer frente a ella la estaba haciendo sentirse pequeñita.
—¿Qué modelo es el auto? —la miró fijamente.
—Un BMW serie siete de sexta generación —respondió.
Automáticamente, quien sostenía el café abrió los ojos de par en par y levantó la mirada, confirmando que sí, era aquel costoso auto que la chica había dicho.
Una que otra vez le había tocado arreglar un Lambo, algún Ferrari o algo así. Pero eso era raro.
Luego, regresó su vista a la pelinegra frente a ella, quien la miraba con ojos suplicantes para que aceptara su petición.
—Bien —dijo—. Yo lo arreglo.
—¡Muchas gracias! —sonrió—. ¿Para cuándo podrías tenerlo?
—¿Para cuándo lo necesitas? —respondió casi más seco que antes.
—Si es posible antes del viernes... —hizo una mueca—. Pero si no puedes antes, no hay ningún problema.
—Pasa y déjame tus datos, así me puedo comunicar contigo por cualquier cosa —se corrió de la puerta e hizo señas para que pasara.
Una vez dentro, la mecánica se sentó en la mesa y le indicó que hiciera lo mismo para después tenderle unos papeles que, leyó rápidamente y luego firmó, además de completar los datos que se pedían.
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Becky's garage ┊ BeckFreen G!P┊
FanfictionEn un tranquilo pueblo a los costados de la carretera, se halla el taller de Becky. Tiene un pésimo carácter; es gruñona, prepotente, bruta y amargada. No tiene otros intereses que no sean su perro, los autos y las flores. Eso, y que odia a los niño...