Nabi había comenzado a trabajar en la empresa de Jungkook como un intento de recuperar algo de normalidad en su vida. Aunque sabía que él la vigilaba de cerca, esperaba que estar rodeada de otras personas le diera un respiro. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que la situación en el trabajo no era muy diferente a la de su casa.
Una mañana, mientras conversaba con su colega NamJoon en la cafetería de la empresa, Jungkook apareció de repente. Sus ojos se clavaron en la escena, llenos de una furia silenciosa. Nabi sintió el aire volverse denso y tenso.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Jungkook, su voz baja pero peligrosa.
NamJoon, sin darse cuenta de la tensión, sonrió amigablemente.
—Nada, solo estábamos charlando sobre el proyecto de marketing. Nabi tuvo una idea brillante.
Jungkook no respondió. En cambio, tomó a Nabi del brazo y la arrastró fuera de la cafetería, ignorando las miradas curiosas de sus empleados. Una vez que estuvieron en su oficina, cerró la puerta con fuerza.
—No quiero que hables con nadie aquí, ¿me entiendes? —le dijo, sus ojos brillando de ira.
—Jungkook, solo era una conversación de trabajo —protestó Nabi, su voz temblando.
—No me importa. No quiero que nadie mire a mi esposa. Nadie más que yo.
Nabi asintió, sintiéndose atrapada. Sabía que discutir solo empeoraría las cosas. Jungkook la miró por un momento más antes de suavizar su expresión y acariciar su mejilla.
—Solo quiero protegerte, mi amor. No quiero que nadie más te tenga.
Nabi forzó una sonrisa, asintiendo nuevamente, mientras su corazón se hundía en la desesperación.
Unos días después, Jungkook y Nabi decidieron cenar en uno de los restaurantes más exclusivos de la ciudad. Nabi esperaba que una salida tranquila pudiera calmar un poco la tensión entre ellos. Sin embargo, los celos de Jungkook no tardaron en aparecer.
Mientras esperaban su comida, un camarero joven y simpático se acercó a su mesa para tomar el pedido. Jungkook observaba cada movimiento del camarero, y cuando este le sonrió a Nabi, su expresión se oscureció.
—¿Por qué te sonríe así? —le susurró Jungkook, sus palabras impregnadas de desconfianza.
—Es solo amable, Jungkook. Es su trabajo.
Pero Jungkook no estaba convencido. Cuando el camarero volvió con sus bebidas, Jungkook se levantó bruscamente.
—Nos vamos —dijo, su voz alta y autoritaria.
Nabi se sintió avergonzada mientras los otros comensales los miraban. Sin decir una palabra, recogió su bolso y siguió a Jungkook fuera del restaurante. Una vez afuera, él la sujetó por los hombros, su agarre firme y casi doloroso.
—No soporto verte con otros hombres. No soporto la idea de que alguien más te mire o te hable.
—Jungkook, esto no puede seguir así. No puedes controlar cada aspecto de mi vida.
Él la miró, su expresión suavizándose un poco, pero los celos aún presentes en sus ojos.
—Lo hago porque te amo. No quiero perderte.
Nabi sintió una mezcla de miedo y tristeza. Sabía que, hasta que Jungkook no enfrentara sus propios demonios, su vida seguiría siendo una prisión. Pero en ese momento, no tenía otra opción que seguir adelante, esperando que algún día las cosas cambiaran.
