Sombras y Nuevas Alianzas

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El Funeral del Príncipe Baelon

El reino estaba sumido en un profundo luto. La inesperada muerte del Príncipe Baelon había dejado un vacío imposible de llenar. Su pérdida no solo era una tragedia personal para la familia Targaryen, sino que también planteaba una pregunta crucial: ¿quién sería el próximo heredero al trono?

Daemon estaba devastado por la muerte de su padre, pero su dolor estaba acompañado por una creciente sospecha. Algo oscuro acechaba a su familia, y él estaba decidido a descubrir la verdad.

—No fue una simple enfermedad —dijo Daemon a Viserys durante una reunión privada—. Alguien está atentando contra nuestra familia. Lo siento en mis huesos.

Viserys, preocupado, asintió. —Debemos ser cautelosos, Daemon. La seguridad de nuestra familia es primordial.

Aelyndra, aún siendo solo una bebé, mostró una empatía inusual por su madre embarazada. Sus pequeños gestos de consuelo y amor ayudaban a Aemma a sobrellevar el dolor de la pérdida de Baelon.

—Gracias, mi pequeña —dijo Aemma, con lágrimas en los ojos mientras acunaba a Aelyndra—. Eres mi luz en estos tiempos oscuros.

Laena Velaryon, ahora una amiga inseparable de Aelyndra, se convirtió en una de sus damas de compañía. Su espíritu aventurero y alegre era un bálsamo para la pequeña princesa.

Además, llegó a la corte Lysara Royce, la hermana de Rhea Royce, para servir como dama de compañía de Aelyndra. Con dos años más que la princesa, Lysara era una joven inteligente y leal, decidida a proteger a Aelyndra y a ganarse su confianza.

—Prometo cuidar de ti, Aelyndra —dijo Lysara, inclinándose ante la pequeña princesa—. Seré tu amiga y protectora.

Aelyndra, aunque aún una bebé, sonrió ante la sinceridad de Lysara. —Amiga —dijo con voz suave, aceptando a la nueva integrante de su círculo cercano.

Las travesuras de Aelyndra y Laena continuaron, y pronto encontraron a una nueva amiga en la corte: Alys strong, una niña de su edad que se unió a su grupo de juegos.

—¡Vamos a jugar al escondite! —propuso Laena, emocionada por la nueva compañía.

—¡Sí! —respondieron Aelyndra y Alys al unísono, corriendo juntas por los jardines del palacio.


El funeral del Príncipe Baelon fue un evento solemne y emotivo. Aelyndra, aunque solo una bebé, no se separó del Rey Jaehaerys. Su presencia parecía consolar al viejo rey en su momento de mayor dolor.

—Gracias, pequeña —susurró Jaehaerys, acariciando la cabeza de Aelyndra—. Eres una bendición para esta familia.

Como dictaba la tradición, los dragones Balerion y Caraxes quemaron el cuerpo del Príncipe Baelon. Las llamas iluminaron el cielo nocturno mientras los miembros de la familia Targaryen observaban en silencio, sus corazones llenos de tristeza y recuerdos.

Otto Hightower trajo a su hija Alicent a la corte, una niña que, aunque joven, ya demostraba ser calculadora y ambiciosa bajo una apariencia inocente.

—Mi querida Alicent, debes comportarte con gracia y sabiduría —le dijo Otto mientras se preparaban para su presentación en la corte—. La corte es un lugar lleno de oportunidades, pero también de peligros.

Alicent asintió, su mente ya trabajando en cómo ganar la favorabilidad de los poderosos.

La corte estaba llena de susurros y conspiraciones. Daemon, aún afectado por la pérdida de su padre, observaba todo con desconfianza.

—Debemos estar atentos —le dijo a Viserys—. No confío en los Hightower. Algo no está bien.

—Lo sé, hermano —respondió Viserys—. Pero debemos ser cautelosos. No podemos acusar sin pruebas.

Mientras tanto, Aemma trataba de sobrellevar su embarazo con la ayuda de Aelyndra y sus damas de compañía. La presencia de Laena y Lysara era un consuelo constante para ella.

—Gracias por estar conmigo —dijo Aemma a sus damas de compañía—. Su apoyo significa el mundo para mí.

Aelyndra, en su inocente exploración, escuchó conversaciones que no debería haber oído. Los Hightower y los maestres seguían tramando en las sombras.

—Debemos asegurarnos de que el bebé en el vientre de la princesa Aemma no sobreviva —dijo Otto Hightower en una reunión secreta—. Y debemos ser cuidadosos. Nadie debe sospechar de nosotros.

Aelyndra, incapaz de comprender completamente el peligro, sintió una creciente sensación de urgencia. Sabía que debía encontrar una manera de proteger a su familia.

Alicent, ya empezando a mostrarse como una figura importante en la corte, se presentó con una mezcla de gracia y astucia.

—Es un honor estar aquí —dijo con una sonrisa dulce—. Espero poder servir a la familia Targaryen con lealtad y devoción.

Daemon, observándola, sintió una desconfianza instintiva. —Hay algo en ella... —pensó, sus sospechas aumentaban

El reino de los Targaryen estaba lleno de intrigas y desafíos. Con nuevas amistades y alianzas formándose, y peligros acechando en las sombras, la familia debía mantenerse unida y vigilante.

Aelyndra, aunque solo una bebé, era un faro de esperanza y consuelo para todos. Sus pequeñas manos y grandes ojos llenos de sabiduría parecían prometer un futuro brillante, aunque lleno de desafíos.

Aelyndra, en su corta vida, ya había demostrado ser muy persuasiva, incluso con su abuelo, el Rey Jaehaerys. Sus grandes ojos violetas parecían contener la sabiduría de los siglos.

—¿Podemos ir a Rocadragón, abuelo? —pidió Aelyndra con una voz suave, pero decidida, mientras se acurrucaba en su regazo—. Quiero que conozcas a mi dragón.

Jaehaerys, conmovido por la inocente petición de su bisnieta, asintió. —Claro, pequeña. Será un honor acompañarte.

Aunque la verdadera razón de Aelyndra para ir a Rocadragón era proteger a su madre de los oscuros planes que había escuchado, no podía explicarlo con palabras. Su instinto la guiaba a mantener a su familia segura, lejos de los maquinadores Hightower y maestres.

Los preparativos para el viaje a Rocadragón comenzaron de inmediato. Aemma, aunque sorprendida, estaba agradecida por la decisión de su hija.

—Es un lugar seguro y hermoso —dijo Aemma, acariciando la cabeza de Aelyndra—. Gracias, mi pequeña, por pensar en mí.

Daemon, que había estado evitando a la bebé desde el funeral, se sintió un poco incómodo con la decisión. Sin embargo, su deseo de proteger a su familia era mayor que cualquier conflicto interno.

—Acompañaré a Aelyndra y a Aemma a Rocadragón —declaró Daemon—. No permitiré que nada les suceda.


Al llegar a Rocadragón, Aelyndra no perdió tiempo en presentar a su dragón a su abuelo.

—Abuelo, este es mi dragón —dijo, señalando a la majestuosa criatura de escamas brillantes—. Se llama Valerion

Jaehaerys quedó impresionado por la conexión entre su bisnieta y el dragón. —Es un dragón magnífico, Aelyndra. Eres verdaderamente especial.

Laena, que había acompañado a la familia, observaba con asombro. —¡Yo también quiero un dragón! —exclamó con entusiasmo.

Aelyndra sonrió. —Tendrás uno, Laena. Estoy segura.

La visita a Rocadragón no solo fortaleció la conexión de Aelyndra con su dragón, sino que también proporcionó un respiro a su familia. Lejos de las intrigas de la corte, podían encontrar un poco de paz y seguridad.

Aelyndra, aunque solo una niña, estaba determinada a proteger a su familia y a mantenerlos unidos. Su espíritu y sabiduría eran un faro de esperanza en tiempos oscuros, y su presencia traía consuelo y fortaleza a todos los que la rodeaban.

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⏰ Última actualización: Jul 21 ⏰

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Aelyndra Targaryen y el amanecer de ValyriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora