Los Belmont

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El silencio de la noche en mi apartamento temporal se interrumpió por el sonido de la puerta. Era Annie. La dejé pasar, su presencia irradiaba una mezcla de preocupación y determinación que contrastaba con la atmósfera sombría que solía envolver mi vida. La luz tenue del pasillo se reflejaba en su rostro, dibujando sombras que jugaban con la oscuridad. Se acercó con rapidez, su rostro se tornó más serio al notar las cicatrices y el cansancio que me acompañaban.

—Charly, ¿estás bien? —su voz temblaba apenas perceptible, como un susurro en la tormenta. Se acercó, y antes de que pudiera responder, comenzó a examinarme con una mezcla de cuidado y desesperación.

El aroma a desinfectante llenaba el aire mientras Annie limpiaba mis heridas con manos temblorosas. Sus ojos, llenos de inquietud, se encontraron con los míos.

—No estás bien, ¿verdad? —dijo con una determinación que desmentía su evidente preocupación—. No puedes seguir así, te vas a agotar. ¿Cómo puedes vivir con tanto peso sobre tus hombros?

Sus palabras resonaban en mí, llevándome a una introspección profunda. El peso de los años y las batallas parecía aplastarme más que las heridas físicas. Me recosté en la silla, permitiendo que el cansancio se manifestara en mis músculos.

—No es tan simple, Annie —dije con voz rasposa—. Este camino... es el que elegí. Pero no es fácil. Cada batalla, cada enfrentamiento me consume, pero es necesario. Aún no olvido que me arrebataron todo... ella...

Annie suspiró, su mirada vaciló entre la preocupación y la comprensión. Parecía como si estuviera buscando algo más allá de las palabras. Finalmente, rompió el silencio con una pregunta que parecía sacada de los rincones más oscuros de mi pasado.

—¿Te has preguntado alguna vez si todo esto tiene un propósito? ¿Si todo este sufrimiento es... inevitable?

Su pregunta me llevó a un terreno familiar, un terreno en el que había estado pensando durante mucho tiempo. Cerré los ojos por un momento, dejando que la memoria me arrastrara a un pasado lejano y oscuro. Mi mente navegó hasta una antigua leyenda que contaban los ancianos que se dedicaban a limpiar nuestras habitaciones después de las misiones. La había aprendido en los días en que era un Sh***i.

—Hay una leyenda que siempre me ha inquietado —comencé, mi voz llevada por el peso de los recuerdos—. Habla de una familia de cazadores de espíritus en la antigua Londres. La familia Belmont.

Annie se inclinó hacia adelante, sus ojos reflejando una mezcla de curiosidad y asombro. Se acomodó en el borde de la silla, preparándose para escuchar.

—Los Belmont eran conocidos por su habilidad para cazar lo sobrenatural, sus habilidades se transmitían de generación en generación —continué—. Pero la historia tomó un giro oscuro cuando uno de sus descendientes, Ripstein Belmont, se enamoró de una bruja llamada Kaio Shimizu.

Ripstein Belmont era conocido por su calma imperturbable y su habilidad para manejar las energías más oscuras con una destreza que parecía casi sobrenatural. Era el líder nato, el sucesor iluminado que estaba destinado a guiar a su familia con justicia y sabiduría.

Kaio Shimizu, por otro lado, era la personificación de la belleza y la peligrosidad. Su encanto y astucia eran legendarios, y su habilidad para manipular las fuerzas oscuras le otorgaban un poder que rivalizaba con el de cualquier cazador. Su relación con Ripstein era un secreto amargo, marcado por la desesperanza y la traición.

—La relación entre Ripstein y Kaio no fue aceptada —seguí—. La familia Belmont estaba completamente en contra. Este rechazo llevó a Kaio a maldecir a los Belmont, condenando a cada descendiente a una vida corta y agónica. Su poder, en lugar de ser una bendición, se convirtió en una maldición.

Cómo Vencer A yMa:  El Último Cazador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora