Bajo el arcoíris lunar: Ayame y Koga

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Su camino ya había terminado, la lucha había llegado a su fin, al menos para él. Los fragmentos ya no estaban en sus piernas y eso había borrado cualquier posibilidad que tenía de seguir adelante. Y eso lo frustraba.

- Koga, ¿te encuentras bien? - preguntó Ginta, al observar que su líder poseía un serio semblante. - ¿No tienes prisa por regresar con la manada?

- Ustedes pueden adelantarse si lo desean. - respondió, manteniendo su mirada en el suelo.

Ni siquiera se como podré mirar a los ojos a los nuestros cuando ni siquiera fui capaz de cumplir con mi objetivo. No pude vengarlos... no pude acabar con Naraku.

Elevó su mirada, mezclando el celeste de su mirada con el del cielo.

Y como si eso fuese poco, tuve que dejar a Kagome, ya que no iba a ser capaz de protegerla sin la fuerza que aquellos fragmentos me brindaban. Si, me duele el dejarla con ese perro asqueroso, pero se que es lo mejor, al menos para ella.

- Oye, tranquilo. - Hakkaku fue quién se pronunció. - Hiciste lo mejor que pudiste, eres un gran líder, Koga.

- ¡No! - gritó, sorprendiéndolos. - ¡No lo soy y ya no vuelvan a decir eso! - su frustración se hizo evidente a pesar de que, al despedirse de Inuyasha y los demás, parecía muy convencido de su decisión. - Por favor, adelántense, necesito estar solo.

- Koga... - murmuró Ginta, observándo a Hakkaku, quién asintió.

- Te estaremos esperando. - respondió este último al mismo tiempo en que ambos comenzaban a correr, dejándolo atrás.

Todo lo sucedido el día anterior aún daba vueltas en su cabeza, haciendo que su tormento fuese aún peor. El rostro de Kikyo pasó por su mente, provocando que, nuevamente, llevara sus ojos al cielo.

- Es verdad... yo perdí los fragmentos, pero sigo vivo.

Esa mujer... dio lo que quedaba de su vida sólo por destruir a Naraku y... nadie pudo salvarla.

- Maldito Naraku. - murmuró. - Sólo espero que Kagome te de tu merecido.

Kagome... ¿Qué estarás haciendo en este momento? ¿Estarás bien?

- Sólo espero que ese inútil de Inuyasha te cuide bien. - sonrió levemente. - Se que pronto tendré noticias de ti... y espero que sean buenas.

Mi amada Kagome.

Antes de darse cuenta, llegó a una especie de rio, en donde se sentó y trató de despejar su mente, llevándola a futuros escenarios en los que debería asegurar mejor la protección de lo suyos, después de todo eso era lo que un líder hacía.

Horas más tardes, en aquella madriguera.

La joven se encontraba sentada en aquella colina, contemplando la cascada mientras el atardecer pintaba de naranja aquel cielo azulado.

- ¿Señorita Ayame?

Volteó ante aquella conocida voz y sonrió al encontrarse con ese par.

- Ginta, Hakkaku. - se puso de pie. - Qué alegría verlos. - sin embargo, en ese instante notó que sólo ellos estaban presentes. - ¿Koga no vino con ustedes? - ambos compartieron una mirada de duda, la cuál la llenó de miedo. - No me digan que él...

- Oh no, no se preocupe señorita, Koga esta bien, sólo que decidió quedarse atrás.

- ¿Por qué? ¿Qué le sucedió?

- Naraku se apoderó de los fragmentos de sus piernas. - respondió Ginta. - Se lo veía bastante afectado, ¿verdad? - asintió.

- ¿Y usted que está haciendo aquí?

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