14 de abril de 2020.
Ni siquiera la abrumadora oscuridad de la noche opacaba al gigante rojo que todos los habitantes de la ciudad de San Francisco conocen como el Golden Gate. La penumbra no dejaba a la vista las flores de cientos de colores que dejo la primavera en la bahía, pero las luces de la gran metrópolis con su brillar casi eterno espantaban todo lo que quiera tomar su lugar ante la atención de las miradas de cualquiera. Una ciudad en donde titanes se encontraban a la vuelta de sus empinadas esquinas, y uno de ellos habitaba en la calle 359 Stockton St, de color blanco casi gris y con más de seiscientos ojos negros para admirar todo a su alrededor, desde lo más extraordinario hasta lo más ordinario, el hotel Grand Daglas. En sus entrañas, casi tocando las espesas nubes en el cielo, los dos de sus ascensores se detienen, y al abrirse sus puertas de gris metálico, cuatro hombres de prendas oscuras y discretas salieron, a cada extremo del corredor.
Los 8 hombres se reunían frente a la puerta de la habitación 619, preparándose para su gran entrada. De sus vestimentas sacaban sus pases de entradas para capacitarlos, incorporando una pequeña linterna y silenciador para que la pistola HK calibre 45 pasara tan desapercibida como ellos. El último en recargar su arma fue aquel que con un disparo a la manilla abrió la puerta, y acompañado de alguien más se aseguraba de no llevarse sorpresa alguna. Con la sala despejada y en completo silencio, el resto de los hombres se dispuso a entrar, encontrándose con solo equipaje en los muebles. El primero en penetrar, por medio de señas ordenaba que fuera acompañado por tres hombres más para asegurar el nivel de arriba, mientras que el resto aseguraban la planta baja del apartamento. Es así como dos hombres vigilaban la entrada en lo que cuatro más subían la escalera en espiral.
Dos más fueron a la cocina, y no dejaron ningún rincón sin revisar, solo para comunicar que todo se encontraba despejado. Solo el brillo de la Luna que atravesaba la ventana del pasillo que separaba el cuarto principal del baño, presenciaba la llegada de los cuatro hombres que se dividieron en parejas, una al cuarto, otra al baño. La pareja del cuarto llego a la puerta, y el mismo hombre que primero entro en el lugar inhabilito la perilla de la puerta y junto con su compañero entro. La otra pareja fue al baño, corriendo la puerta de la ducha para asegurarse que nada los sorprendiera. Escucharon un sonido no tan lejos, como si viniera del otro lado del corredor, de la habitación. Quienes estaban abajo también lo escucharon, y segundos después el sonido se hizo más fuerte, alarmando a quienes estaban en la cocina y en la puerta para unirse en la sala. Un brillo de color azul inundaba la parte más alta de la escalera, haciendo que los cuatro hombres apunten sus pistolas calibre 45 hacia un objetivo que para ellos pronto ya no sería desconocido.
Las maletas en los muebles no siempre estuvieron en la sala, horas antes, con el Sol recién salido en el cielo, estaban en la habitación de arriba, siendo llenadas de prendas entre otras pertenencias por un hombre de escultural cuerpo con solo su ropa interior color azul puesta, de piel rosada, una frondosa barba rojiza como su largo cabello, de ojos verdes, el italiano Constantin D'angelo. El tocar del timbre resonó en todo el apartamento, y para no tardar, este atendió casi como Dios lo trajo al mundo, saliendo de su habitación y bajando la escalera en espiral, para abrir la puerta y recibir el desayuno por parte de una empleada que se ruborizo por su inesperada apariencia, no hizo más que agradecerle, al mismo tiempo que se lamentaba por la descortés casi desnudes, a lo que la mujer no tenía palabra alguna.
Al volver a su habitación para disgustar sus tostadas con huevo revuelto acompañados de tiras de tocino y zumo de naranja, encendió el televisor de pantalla de plasma, donde un canal local de noticias, hablaba sobre la nueva obra de arte que debuto hace solo horas en el Museo Legión de Honor. Informándose de esta noticia, procedió a vestirse para lo ocasión, todo de un purpura oscuro, camisa, saco, y pantalón, con excepción de sus estilizados zapatos café. Abandonaba el edificio en su Sedan E-300 del 2018 de color azul oscuro, y aprovecho lo singular del tráfico ligero para no tardar en llegar al museo. Una vez dejado su auto en el estacionamiento, atravesó las enormes puertas de la Legión de Honor, para encontrarse con El Pensador de Auguste Rodin, y por un segundo ponerse en el lugar de la escultura, cavilando en que acción se consideraba mala si se vivía en el mismo infierno.
ESTÁS LEYENDO
Los Iluminados: Parte Uno
Science FictionLos Iluminados: Parte Uno: El 11 de marzo de 2019, un día especial en el que los cielos del mundo se cubrieron con auroras boreales y la tierra bajo nuestros pies se estremeció, sin saber que era una advertencia de algo más. Más de un año después de...