|6: NARUTO|

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Desde hacía dos días, se preguntaba si estaba convirtiéndose poco a poco en víctima de una enfermedad mental

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Desde hacía dos días, se preguntaba si estaba convirtiéndose poco a poco en víctima de una enfermedad mental. La hija del Alfa le había afectado demasiado. Su atrevida boca debía ponerle de los nervios pero, en lugar de eso, disfrutaba con cada uno de sus comentarios. 

Ella parecía tener, en parte, un honesto interés en él, o definitivamente solo se lo estaba imaginando. Además, Kurama le había dado la espalda y la gente del campamento andaba de puntillas.

Aceptar la verdad le resultaba extremadamente difícil. Hinata le había hecho sentir que debía desprenderse de su vieja manera de pensar. Ella no lo había atosigado con ideas falsas, sino que más bien había cambiado su perspectiva. 

Él mismo había propagado la enfermedad y su único amigo en todo el mundo, al igual que las personas que habían puesto su destino en sus manos, la habían padecido. Ya nadie se atrevía a mirarlo a los ojos. Al parecer, todo el mundo solo esperaba a que él se enfadara y dirigiera su furia contra uno de ellos. Aun así, nadie había huido. No tenía ni idea de cuál había sido la razón.

Naruto aún no se había animado a salir a cazar. Afortunadamente, los lobos del grupo habían cazado algunos animales y habían repartido la carne de manera equitativa. ¡Qué extraño! Nunca se había dado cuenta de cómo todos se apoyaban entre sí, independientemente de su especie u origen. 

No, eso no era del todo cierto, se corrigió él de inmediato. Lo habían estado haciendo así desde el principio, solo que él no había querido admitirlo, porque la ayuda desinteresada contradecía sus experiencias y, por tanto, sus creencias básicas. Digerir este autoconocimiento se había sentido como haberse tragado una piedra.

Hoy, finalmente, había decidido ir al lugar que los lobos rabiosos habían escogido como objetivo. Quería verlo con sus propios ojos y averiguar si la imagen real coincidía con sus recuerdos. 

En lo que concernía a esta parte de su memoria, solo accedía a ella con el mayor de los disgustos. Nunca había sido tan evidente que debía enfrentarse a los demonios de su infancia, no solo porque se trataban de monstruos reales que respiraban, sino porque estaban causando estragos nuevamente.

Sin embargo, no había llegado muy lejos, cuando Hinata se le unió de manera inesperada.

— Te dije que te quedaras en el campamento — refunfuñó él malhumoradamente.

— No, dijiste que me quedara con los ladrones. Y tú eres su líder. Entonces ¿Dónde podría estar mejor?

Naruto puso los ojos en blanco.

A esta mujer nunca le faltaba una respuesta, y siempre le hincaba en el lugar correcto.

— Sabes — continuó ella en tono de charla — iríamos más rápido en nuestra forma de lobo. A donde sea que quieras ir.

— Quiero ver las casas que has descrito.

Él esperaba que ella saliera corriendo de inmediato aunque, al mismo tiempo, deseaba que ella le diera algún tipo de apoyo espiritual. 

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