No puedo dormir, no puedo parar de pensar en todo lo que le dije a Angie. Cada palabra cruel, cada mirada fría, se repite en mi mente una y otra vez. ¿Cómo pude ser tan estúpido? Me siento el peor ser humano del mundo.
Necesito hablar con ella, necesito disculparme y explicarle todo.
De pronto, me encuentro a mi mismo delante de la puerta de Angie. Dudo por un momento, pero al final levanto la mano y toco la puerta suavemente, esperando que ella esté despierta.
Escucho un movimiento detrás de la puerta y unos segundos después, se abre. Angie está allí, con los ojos rojos e hinchados por el llanto. Mi corazón se rompe al verla así, sabiendo que soy el responsable.
—Carre, ¿qué querés? —pregunta, su voz apenas un susurro.
—Angie... —empiezo a decir, mi voz apenas un susurro—. Lo siento.
Ella me mira con una mezcla de dolor y desconfianza, pero al final se hace a un lado dejándome pasar y cerrando la puerta detrás de mí.
—No sé ni por dónde empezar —digo pasándome una mano por el cabello, desesperado —. Fui un pelotudo, un completo imbécil. Estaba frustrado y confundido, y en lugar de hablarlo con vos, te lastimé.
Ella levanta la mirada, sus ojos llenos de lágrimas.
—¿Y pensaste que tratándome así lo resolverías? —pregunta, su voz quebrándose.
—No, claro que no —respondo rápidamente—. Lo que pasó significó mucho para mí. Pero estaba tan asustado de lo que sentía, de que vos no sintieras lo mismo y reaccioné de la peor manera posible.
Doy un paso hacia ella, pero su mirada me detiene.
—¿Y qué sentís, Carre? —pregunta, su voz temblorosa—. Porque hasta ahora, lo único que me demostraste es que no te importo.
—No es así, Angie. Te juro que no es así —respondo, tratando de mantener la calma en mi voz—. Me importás más de lo que podés imaginar.
—Lo que sentí en ese beso —digo, pasándole un mechón de cabello por detrás de la oreja — fue todo lo que no supe decirte antes. No es solo sobre el momento del beso, sino sobre todo lo que sentí desde que te conocí. Desde el primer momento en que te vi, sentí algo... algo real.
Sus ojos se abren un poco más, y puedo ver que está tratando de procesar mis palabras. Sus labios se entreabren como si quisiera decir algo, pero no encuentra las palabras.
—Sé que te hice daño —continúo—. Pero cada vez que te veo, mi corazón late más rápido, y todo lo que quiero es estar cerca de vos.
—Carre... —susurra, su voz quebrándose.
—Te amo, Angie y por fav...
No puedo terminar la frase. Angie se acerca de golpe y me besa. El contacto de sus labios sobre los míos es tan inesperado que me deja paralizado por un momento. Es un beso suave, cargado de emociones reprimidas.
Cuando finalmente nos separamos, sus ojos siguen fijos en los míos.
Siento como sus ojos me pueden expresar más sentimientos que mil palabras.
Me agarra del dobladillo de la camisa, acercándome más a ella. Nuestros labios se vuelven a juntar, esta vez con una intensidad que quema, una pasión que no se puede contener.
Al separarnos, Angie me empuja hacia su cama. Su rostro está iluminado por el deseo. Se sienta a horcajadas sobre mí, sus ojos nunca se apartan de los míos.
Se inclina para besarme con una mezcla de desesperación y deseo que me hace sentir los latidos de su corazón acelerados contra mi pecho.
—¿Eso quiere decir que me perdonas? —preguntó con una sonrisa inocente.
Angie ríe suavemente.
—Eso quiere decir que te amo —responde con una sonrisa que me llena de ternura.
No puedo evitar sonreír también. Escuchar a Angie decir esas palabras me genera un torbellino de emociones.
Al ver la pantalla de mi celular veo que son las 4 AM el tiempo parece haber perdido su significado.
—Es tarde —digo en voz baja, sin querer romper la magia del momento—. Pero no quiero irme.
—Entonces no te vayas —responde Angie, sus ojos brillando con una mezcla de cansancio y felicidad.
Nos recostamos juntos, y ella se acurruca a mi lado, apoyando la cabeza en mi pecho. Mis dedos acarician su cabello suavemente, y siento una paz que no había sentido en mucho tiempo. La habitación está en silencio, salvo por nuestra respiración tranquila.
—Carre... —murmura Angie.
—¿Mhh? —respondo, medio dormido.
—¿Podemos mantener esto... en secreto? —pregunta suavemente.
Me despierto un poco más, sus palabras me toman por sorpresa.
—¿En secreto? —repito, tratando de entender sus razones.
—Solo por un tiempo... —dice, mirando hacia otro lado.
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