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Claro que se arrepentía, claro que le dolía haber sido egoísta y pensar en él, claro que odiaba haber dejado a su familia atrás y partir por un camino que no le trajo más que soledad y dolor.

— Lo siento.

Algo que nunca pensó escuchar de parte de Alastor ahora salía de su boca sin ningún tipo de impedimento ni el sarcasmo que usualmente le caracterizaba, no, el demonio estaba siendo completamente sincero en ese momento y a Lucifer le descolocó por completo.

Esas dos palabras que todo ese tiempo quiso escuchar ahora estaban siendo pronunciadas, con la voz de la persona que lo hirió, con la voz que le partió el corazón en su momento.

Lucifer aflojó el agarre y se irguió, alejándose un poco.

— Ya no hay nada.

Dijo, buscando que no se notara el vacío en sus ojos al decir ello y Alastor, con expresión afligida, asintió.

— No, ya no.

Ambos, mintiéndose a si mismos, se dieron la espalda y cada quien tomó su camino.

Al día siguiente Lucifer fue en busca de Charlie y con el dolor de su alma, comenzó a contarle la historia detrás de la fotografía, temeroso de que todo ello fuera demasiado shock para su hija.

Charlie guardó silencio por lo que pareció una eternidad, parecía que estaba en shock, no parpadeaba, no pronunciaba nada y tampoco emitía sonido alguno, por lo tanto aquello era peor para su padre que estaba ahí, muriendo de nervios por alguna reacción. Prefería que le insultara (aunque no sería algo propio de Charlie) o al menos dijera lo mal que estuvo todo, una mala mirada, una mala palabra... Nada.

— ¿Es cierto? — Preguntó de repente, sorprendiendo a su padre y, tomando la foto en sus manos, le miró desde su lugar con una expresión que pudiera descifrar — ¿Realmente es cierto? — Volvió a decir.

Lucifer asintió y con eso, Charlie salió volando de la habitación en busca de Alastor, dejando a un Lucifer solo y abatido. ¿Tan mal había reaccionado que no quería ver a su padre más?

Se quedó ahí, en silencio y decaído, pensando que tal vez todo eso era lo mejor, ya no tendría que sufrir por mentirle a su hija, ya no.

Charlie encontró a Alastor junto al balcón del apartamento, mirando a lo lejos la ciudad. Se acercó a él y se recargó en su hombro, mirando a la distancia.

— Así que... ¿Lo sabes todo? — Cuestionó él, sin moverse ni una pulgada.

— Papá me dijo todo. — Mencionó, colocando la foto en frente de ambos — Quién lo hubiera pensado.

— Lo sé, cómico ¿no?

Compartieron un silencio grato entre los dos hasta que Charlie volvió a hablar.

— ¿Las astas se le caen a las hembras?

— Lo hacen, querida.

— ¿Y no crecen más?

— No.

Alastor pareció buscar algo en su bolsillo y al sacarlo, Charlie sonrió.

— Mi recuerdo es este y lo tuve conmigo siempre.

Era una pequeña asta negra como la noche, parecía una ramita de árbol entre sus dedos pero era tan dura como una roca, haciéndola sentir ternura. Le abrazó, palmeando su espalda para darle coraje.

— Te perdono. — dijo de repente — No fue una bonita forma, hiciste muchas cosas mal, dañaste, rompiste y hasta lastimaste... Pero entiendo que hubo un motivo. — Alastor se sintió acongojado por las palabras de su hija — Pero quién sería yo, quien cree que un pecador se puede redimir de su maldad, si no perdonara a mi padre después de todo.

Charlie era magnífica, definitivamente lo era y eso, estaba seguro, no lo sacó de él.

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⏰ Última actualización: Jul 23 ⏰

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