Segundo día de clases y Becky ya no tenía ganas de volver a ir.
Tener que levantarse temprano y tener que dejar su preciada cama para ir un lugar lleno de personas con las que no tiene ni la más mínima intención de socializar para aprender variedades de temas que le servirán (al menos una parte de ellas) en un futuro no era algo que por voluntad propia haría
Por eso, lo primero que hace al sentarse en su escritorio es colocarse sus audífonos y esperar a que llegue el profesor, o al menos eso es lo que tenía planeado.
—¡Buenos días! —La voz animada de Freen resuena entre la música, pero finge que no lo escucha.—. Dije buenos días —Repitió más alto, siendo ignorada otra vez.
La pelinegra le quitó un audífono de la oreja, obligando a Becky a pausar la música y prestarle atención.
—¿Qué? —Preguntó de forma tosca.
—Te dije buenos días.
—Ah, buenos días para ti también —Le dijo de mala gana.
—Con esa emoción no me lo creo.
—Son las 6:57 de la mañana, ¿Qué esperas?
—No sé, un tono más motivador, tal vez.
—Pues yo no estoy motivada.
—Ya veo.
Becky volvió a colocarse el audífono, pero Freen no tenía intenciones de rendirse con ella.
—¿Qué juegas? —le preguntó, no recibió repuestas—. ¿Te gustan las sopas de letras?
—Son relajantes —dijo sin mucha importancia.
—¿Yo también puedo jugar? —Becky se encogió de hombros, tomando eso como un sí.
Al parecer Freen también era buena jugando a eso, encontrando las palabras con mucha facilidad.
—¿Qué canción es esta? —le preguntó cuando se cambió la canción, le había tomado un audífono para ella también escuchar.
—Everybody Know, Sigid —respondió con simpleza.
—¿Esa no es el soundtrack de La Liga de la Justicia?
—Es mucho más que un simple soundtrack —se defendió.—a mí me gusta.
—Tienes gustos raros.
Becky la miró ofendida, pero no quiso discutir porque era muy temprano.
—Buenos días jóvenes —un señor apreció por la puerta, Freen se arrimó hacía su mesa mientras se ponía de pie como todos.—. Soy el señor Phon para los que no me conocen, seré su maestro de matemáticas, pueden sentarse.
Todos se sentaron mientras el profesor Phon daba una breve introducción de lo que estarían viendo este primer ciclo.
Becky miró a Freen de reojo, este al ver que la castaña la miraba le dedicó una sonrisa, por lo que Becky volvió a centrar su vista al frente.
Estúpida conejita.
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—¿No tienes amigos? —la castaña negó sin darme mucha importancia dándole un mordisco a su sándwich.
—Para alguien como yo que se muda cada año, hacer amigos es inútil.
—No es inútil.
—Sí lo es, los amigos salen y hablan todo el día, yo no salgo y tampoco hablo todo el día.
—Eso suena más como una excusa para no socializar —concluyó Freen al analizar todo lo que había dicho la castaña.
—Esa también es una de las razones, las personas son muy difíciles de comprender.
—Te propongo algo —empezó a decir Freen.
—¿Qué? ¿Matrimonio? —Freen la miró feo.—. Ya, lo siento, puedes seguir explicando.
—Como decía —retomó.— qué tal, si hago que cambies esa estúpida idea que tienes.
—¿Cómo?
—Mjum, así como lo oyes, yo, Freen Sarocha Chankimha, te voy a mostrar que tener amigos es algo muy factible para la vida.
—Pues yo, Becky Armstrong, no necesito comprobar que tener amigos es factible para mí vida —respondió con su mismo tono.
—¿Qué pierdes con intentarlo? Como tú misma dijiste, te irás de aquí al terminar el año, si no logras hacer amigos, pues es como si no hubiese hecho nada.
—Y si los hago, ¿qué pasa?
—Ya veremos qué hacer en ese caso, existe la tecnología, por si no sabías.
—Ja, ja, qué graciosa.
—Entonces, ¿Aceptas? —le ofreció su mano.
Becky lo medito un segundo, la conejita tenía razón, no perdía nada como intentarlo, ¿cierto?
—Está bien —aceptó estrechando su mano.
—¡Ahora somos amigas, significa que ahora somos cercanas y te puedo decir phi! —exclamó la pelinegra emocionada.
—Aún no llegamos a esa parte —le recordó Becky, pero a Freen pareció no importarle.
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Yellow ┊ Freenbecky ┊
Fanfiction"Eres el sol amarillo que ilumina mis días grises" Desde los trece años, Becky recuerda haber pasado por varias escuelas gracias al trabajo de su madre, y aunque antes se negaba a esos repentinos cambios, aprendió a que era mejor no encariñarse con...