Posesivo

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Geto es muy famoso entre las chicas y Gojo es demasiado territorial.

Satoru y Suguru han sido novios desde la preparatoria, ambos recuerdan haber sido el centro de atención cuando se supo de su relación. No es algo que ellos hayan ocultado, pero para el resto de sus compañeros era impresionante como los dos chicos que siempre tenían chicas detrás de ellos hubiesen sido pareja. Nada cambió en ese aspecto durante su vida escolar, incluso actualmente en la universidad es así.

Pero hay algo que le molesta a Gojo y es ver lo cínicas que son las compañeras de Geto. Aunque ambos estudian en diferentes campos de la universidad, siguen estando cerca el uno del otro, por lo que siempre acomodan sus horarios para que sus horas libres se encuentren y puedan pasar tiempo juntos. Cómo se supone que lo harían ahora. Pero no estaba siendo así.

El albino veía con clara molestia a las jóvenes que rodeaban a su pareja, quien respondía con amabilidad y les brindaba una cálida sonrisa. Gojo no desconfiaba de su novio, por supuesto que no, confiaba ciegamente en él. No confiaba en la gente que iba con segundas intenciones, como ahora. La castaña junto a él veía con gracia a Satoru, esperando el momento en el que este explote y reaccione.

— Parecen gatas rompe hogares — murmuró suavemente. — oh, parece que ya lo dejarán en paz. Ahí viene Geto.

El de lentes asintió y se acercó al morocho, quien le veía con una sonrisa mientras alzaba su mano para agitarla suavemente, simulando un saludo a su novio. Gojo corrió un poco hasta quedar en frente y poder abrazarlo por el cuello, sintiendo los brazos ajenos rodear su cintura con cariño y presionarlo contra su cuerpo. Satoru separó un poco su rostro para plantar un cariñoso beso en sus labios y sonreírle con cariño, volviendo a su posición anterior.

Sólo que había una diferencia. Satoru alzaba sus dos manos en dirección a las chicas que antes rodeaban a Suguru, alzando su dedo del medio y dejando que sus ojos azules estuvieran a la vista. Las jóvenes veían a la pareja con grande sorpresa.

Suguru golpeó con suavidad la cadera del chico para llamar su atención.

— No seas grosero, toru

— Fue culpa de ellas por quitarme los minutos que iba a pasar contigo.

El morocho negó antes de reír suavemente. Ese chico jamás iba a cambiar.





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Situaciones de pareja | SUGUSATODonde viven las historias. Descúbrelo ahora