La ciudad envuelta en la noche bullía con millones de sueños coloridos, hermosos y escalofriantes. Budapest, donde todos los que descansaban en sus camas a las tres de la madrugada, ahora se giraban inquietos hacia el otro lado. Sin importar la profundidad de sus sueños, todos sintieron que algo había comenzado, algo había sucedido y algo más había despertado. La tormenta golpeó la ciudad con tal violencia que muchos se despertaron por su furia. Sin embargo, el antiguo edificio de apartamentos con pasillos circulares en la calle Csipekke, con sus ventanas centelleantes, había visto demasiado para permitir que sus residentes se levantaran. Las gruesas paredes amortiguaban el sonido del trueno, y solo el concierto de gotas de lluvia repicando en el canalón llegaba a las habitaciones.
En una de las pequeñas habitaciones del apartamento número cuatro en el primer piso, Gergő tenía la manta hasta el cuello y miraba el techo. Pesadillas lo atormentaban, de las que no se atrevía a hablar con nadie. ¡Y ahora esta tormenta! Miró esperanzado hacia la otra cama, esperando que el trueno también hubiera despertado a Emese. La niña dormía pacíficamente. Gergő respiró hondo y cerró los ojos. No creía que pudiera lograrlo, pero intentó volver a dormir.
Y, como suele suceder en los sueños, de repente se encontró en medio de un extraño bosque, en pijama. Era una sensación muy incómoda. No es que tuviera frío, pero le molestaba estar vestido con atuendos decorados con dragones, plumas y discos compactos carmesíes. ¿Qué pasaría si sus compañeros de clase lo encontraran así? ¿Qué pasaría si el tranvía número seis girara detrás de los árboles y sus pasajeros vieran al niño en pijama? ¿Qué pasaría?
Una voz sarcástica sonó detrás de él.
- ¡Por fin! Ya pensaba que no vendrías esta noche.
Gergő se volvió molesto. Sabía a quién iba a ver. Ya se había encontrado varias veces con el lobezno, que ahora estaba en su adolescencia y ya no era una bola de pelo torpe que uno querría acariciar.
- ¿Otra vez tú? - dijo el niño con las manos en las caderas. - Te dije que no me interesas, me aburres y eres feo. ¡Desaparece de mis sueños!
- Sabes bien que no me elegiste tú. Yo te elegí a ti - respondió el lobezno, mirándolo con ojos cálidos y moviendo lentamente su cola de un lado a otro antes de acostarse en la hierba. - Hay tormenta allá afuera - le informó al niño. - ¿Todavía le tienes miedo al trueno?
Gergő se estremeció al mero mencionar la tormenta. En su sueño, el sol brillaba intensamente en el bosque extraño, pero sabía que esa no era la realidad. "Allá afuera", como dijo el lobezno, es decir, en la realidad, él estaba en su cama.
- En las noches de tormenta siempre tengo sueños horribles, como lobeznos sabelotodo que creen que son reales - respondió Gergő con un tono deliberadamente hiriente. - Y como tengo miedo, me orinaré en la cama. Y gritaré. Mamá correrá, me despertará y entonces me libraré de ti.
- Esta noche será diferente - dijo el lobezno, que no podía ser ofendido ni siquiera al ser llamado perro. - ¡Esta noche es diferente!
Gergő se inquietó. Miró alrededor del bosque onírico, pero no vio nada inusual. Debajo de los antiguos robles, dos carteros jubilados sacaban plumas de los oídos del otro. En el cielo azul flotaban nubes con forma de coches, casas de ópera y máquinas tragamonedas. Una de las máquinas tragamonedas comenzó a vomitar discos de chocolate. Debajo de ella volaba un pterosaurio con alas de cuero. Así que todo era completamente normal.
- ¿No te gustaría montar en mi espalda? - preguntó el lobezno.
- Sabes que no podrás convencerme - respondió el niño. - Lo has intentado muchas veces. Y yo te he rechazado porque estoy seguro de que tu pelaje está lleno de pulgas.
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Gergő y el Guardián de los Sueños
Ficção CientíficaGergő, un joven curioso y valiente, descubre que su mundo está en peligro debido a la invasión de pesadillas que amenazan con destruir el equilibrio entre los sueños y la vigilia. Acompañado por el Guardián de los Sueños, debe embarcarse en una tra...